Al PP le asusta la movilización ciudadana. Hace un año cuando miles de personas ocuparon las plazas de casi todas las ciudades de España los populares reaccionaron con estupor y nerviosismo. No lograron entender que aquellas manifestaciones y acampadas eran el reflejo del profundo malestar que va anidando en la sociedad española a cuenta del desmoronamiento de un modelo, el que hasta ahora ha regido en Europa, y que no era otro que el Estado del bienestar. Pero de repente un día nos despertaron del sueño diciendo que unos banqueros desaprensivos, los de Goldman Brothers y compañía habían puesto en jaque al sistema financiero mundial. De repente el mundo se volvió más pobre y sobre todo sin esperanza en el futuro. Lo mejor fue que el efecto 15M se expandió a lo largo y ancho del mundo y de repente hubo acampadas en el centro de Londres, de Nueva York, Berlín, etc.
Ahora un año después de aquellas movilizaciones hay quienes creen que hay que volver a salir a la calle para recordar no solo las causas de la crisis sino que hemos ido a peor porque las recetas que nos aplican por consejo de Angela Merkel nos están perjudicando más que curando.
Sí, claro que hay motivos para salir a la calle, la cuestión es cómo. Quienes lideran el movimiento 15M creen que hay que volver a «tomar» la madrileña Puerta del Sol y acampar durante unos días, lo que pone de los nervios al Gobierno del PP, pero no solo a ellos. La verdad sea dicha, los comerciantes de la Puerta del Sol temen las consecuencias de otra acampada, porque para ellos supuso un desastre esa miniciudad en que se convirtió la Puerta del Sol. Otro de los problemas es que al calor de los manifestantes se unieron grupos marginales, los llamados perros-flautas que terminaron desvirtuando aquella gran manifestación popular.
Ahora, el quid de la cuestión es si el movimiento 15M va a ser capaz de acertar en su protesta y si el Ministerio del Interior va a saber evitar una confrontación que puede tener consecuencias. Lo mejor que podría pasar es que los representantes del movimiento 15M y la Administración acuerden las reglas de juego. El movimiento tiene que tener presente que no puede protestar contra la crisis económica que padecemos perjudicando a los comerciantes de la Puerta del Sol que esperan el «puente» de San Isidro en Madrid para intentar animar a los visitantes a que gasten algo. Pero si la Puerta del Sol y aledaños se convierten en un gran campamento entonces los visitantes huirán como alma que lleva el diablo. Esa es una realidad que no pueden obviar.
Tampoco el Gobierno puede impedir que la sociedad española salga a la calle a decir alto y claro lo que crea conveniente. La represión siempre pasa factura al que la practica, e intentar acallar las voces de protesta de una parte de los ciudadanos sería peor que un error. Naturalmente que el Gobierno tiene que garantizar el orden en la calle, pero también tiene que garantizar el derecho de expresión y de manifestación. En ese equilibrio está la inteligencia política que deberán demostrar nuestros actuales gobernantes.
El choque de trenes entre el movimiento 15M y el Gobierno no beneficia a nadie. Esperemos que unos y otros sean capaces de evitarlo, pero sin olvidar que la mayor responsabilidad la tiene el Gobierno.
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Julia Navarro