lunes, noviembre 25, 2024
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Televisión pública y manipulación

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Las televisiones públicas han sido, desde siempre, el botín de guerra del partido ganador de las elecciones. Todas, sin excepción, han servido a los intereses del gobierno de turno y todas han sido objeto, también, de reproche por parte de la oposición del momento. Todos han querido meter la cuchara en los informativos, influir para publicitar mejor sus productos políticos por lo que la manipulación se quiera o no es un hecho. Hay muchísimas formas de manipular y la peor es la que se hace de forma sutil y vergonzante para aparentar pulcritud informativa. Esa en la que ¡de repente! se cuela un plano terrorífico de la peor de las guerras con niños ensangrentados, o un símbolo nazi o cualquier imagen que repele al espectador en mitad del «total» del político de turno.

Se manipula cuando se pone el acento en una parte y no se cuenta toda la verdad o, simplemente, cuando se da prioridad a una noticia frente a otra con fines espurios. La manipulación, según el diccionario es «la influencia que ejerce una persona sobre otra o la intervención en un asunto para conseguir un fin determinado». Es verdad que la definición de manipulación es muy ambigua y hay quien sostiene que en esta vida casi todo esta manipulado porque sólo cuando se dice, al 100 por cien, la verdad sobre algo o alguien se puede evitar ese riesgo y suele ser muy difícil.

Esta semana el Congreso de los Diputados ha ratificado el Decreto Ley de Modificación del Régimen de Administración de RTVE lo cual posibilitará al PP designar, unilateralmente, al presidente de la corporación aprovechando su mayoría absoluta, sin necesidad de que haya una mayoría cualificada de dos tercios, como se requería anteriormente. El debate fue muy áspero, muy tenso con acusaciones y descalificaciones mutuas entre el Gobierno y el PSOE de querer manipular la televisión pública. El asunto ha acabado como el rosario de la aurora después de varios intentos fallidos de buscar un hombre de consenso entre PSOE y PP cosa que se veía venir desde un principio. Entre tanto «y tu más» todos se olvidan de los periodistas que hacen la información y de su dignidad como profesionales, que los políticos suelen dejar a la altura del betún.

Lo de matar al mensajero es algo habitual en los tiempos que corren y aunque aquí no hay inocentes ya es hora de que se empiece a poner en valor a estos profesionales que suelen verse siempre en el medio del fuego cruzado entre políticos y terminan siendo las víctimas. A mí me da igual quienes sean los gestores de las televisiones públicas siempre que cumplan bien con su trabajo y lo que no es de recibo es que se asuma con toda normalidad que cuando cambia el Gobierno todos los profesionales que han estado en esta etapa ya no sirven para la siguiente. Lo justo y lo coherente es que a los periodistas se les juzgue por su trabajo, que se analice si lo hacen bien o mal y que sean valorados por criterios profesionales.

¡Claro! que los periodistas podemos estar situados ideológicamente donde queramos y votar a quien nos parezca como cualquier ciudadano pero a la hora de ejercer nuestra profesión la vara de medir no puede ni debe inclinarse hacia ningún lado. A ellos, los políticos les gusta situarnos a un lado u otro de la barricada y si nosotros aceptamos sin rechistar y silentes que se nos ponga la etiqueta de un partido es el fin. Solo habrá periodistas de partido y partidistas y entonces ¡Adiós, pobre profesión la nuestra!

Esther Esteban-Estrella Digital

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Esther Esteban

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