martes, noviembre 26, 2024
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Dos cruces en el IRPF

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Ya saben ustedes que Hacienda somos todos, unos más que otros, por supuesto, pero todos los años por estas fechas toca ponerse a hacer la declaración de la renta. Bienaventurados aquellos a los que les sale a devolver, que, según las estadísticas, son la mayoría y más todavía los que ya han recibido el cheque del ministro Montoro. Pagar a Hacienda -o recuperar lo que se ha pagado de más- es un ejercicio de responsabilidad ciudadana y política que deberían realizar con la misma dedicación que los que vivimos de una nómina, los que son millonarios pero no tienen «nada que declarar». Y Hacienda debería concentrar sus esfuerzos en cobrarles a ellos y no en perseguir a los que ya están suficientemente controlados.

Este año, en mi declaración voy a poner si cabe con más fuerza una cruz en la casilla de la Iglesia Católica. ¿Saben ustedes por qué? Porque de ese dinero que libremente decidimos los ciudadanos que se destine a la Iglesia, una buena parte irá a Cáritas, que es la organización que más está haciendo por paliar las desventuras de los millones de parados que hay en España y también las de esos

¡2.200.000 niños! que, según UNICEF, ya viven entre nosotros por debajo del umbral de la pobreza. Una vergüenza social. Cáritas, que es Iglesia católica, es la primera línea de acción social ante la crisis, Cáritas sí crea empleo, Cáritas está con los inmigrantes a los que quieren quitar todos sus derechos como personas. Siguiendo el mensaje evangélico, que no todos entienden bien, Cáritas tiene claro que el enemigo es la pobreza, nunca las personas.

Pondré mi cruz en la casilla de la Iglesia porque sus cuentas -y no la de los partidos o los sindicatos y otras organizaciones e instituciones- son transparentes. Porque sólo recaudan del Estado -no como otros- el 25 por ciento de su presupuesto, mientras que el resto procede de donaciones y colectas. Porque hay muchos padres Garralda o Ángel, aunque no tan conocidos como ellos, que están trabajando sin límite por los olvidados, por los despreciados, por los privados de libertad. Porque detrás de la Iglesia hay cientos de miles de voluntarios. Porque casi millón y medio de niños, 50.000 de ellos de educación especial, asisten a centros católicos concertados que le cuestan al Estado la mitad que los públicos; porque da servicios y atención a más de 200.000 inmigrantes; porque escucha y consuela a miles de personas privadas de libertad en 77 cárceles españolas y a más de 57.000 ancianos, muchos de ellos abandonados por sus familias.

La Iglesia Católica tiene 200 centros hospitalarios o ambulatorios, 876 casas para ancianos, enfermos crónicos y discapacitados, cerca de 900 orfanatos, más de 300 guarderías, 144 centros de caridad. Por eso y por mucho más pondré mi cruz en la Iglesia Católica y también en la de las ONGs. Porque llegan donde el estado se ha rendido. Le invito a hacer libremente lo mismo.

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Francisco Muro de Iscar

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