Entro en el Congreso y según avanzo por el pasillo camino de la sala de prensa no puedo dejar de pensar en el Guti. Pienso que no se puede contar la reciente Historia de España, la de los años de la Transición sin hacer una parada en lo que significo José Luis Gutiérrez. Porque el Guti no solo contó la Transición sino que fue parte activa de la misma. Era uno de esos periodistas que se implicaba en cuanto hacia, que defendía la libertad de expresión con uñas y dientes, que se la jugaba todos los días a la hora de informar.
Le recuerdo haciendo «pasillos» mientras los padres de la Constitución se reunían durante horas en uno de los salones del Congreso. O sus preguntas directas, concisas, sin concesiones durante las ruedas de prensa. O sus numerosos reportajes de investigación en los que ponía a la vista lo que otros intentaban ocultar.
Fueron muchas las tardes que compartimos en la tribuna del Congreso, muchas las lecciones de periodismo en vivo que nos brindaba a los que empezábamos entonces.
Les confieso que el Guti imponía. Quizá era su físico rotundo, alto y echado para adelante, la mirada que taladraba, su determinación en todo lo que hacía. En ocasiones yo observaba como algunos políticos se ponían nerviosos cuando el Guti les paraba para preguntarles algo. A él no se le podía engañar. El Guti clavaba su mirada y parecía que estaba leyendo los pensamientos de su interlocutor.
Nunca dejó de ser él mismo, ni cuando era un periodista de a pie ni cuando ocupó cargos de dirección. Siempre fue un periodista y nunca traicionó la profesión aunque eso le costara rozar el ostracismo.
Al Guti le querían cuantos le conocían porque detrás de sus ademanes bruscos, de esa voz potente que te clavaba en el sitio, sabías que estabas ante una persona de bien. Algunos le temían y recuerdo a más de un político palidecer cuando el Guti le paraba en un pasillo del Congreso para preguntarle tal o cual cosa, para confirmar una noticia o para conseguir otra.
Echo la mirada hacia atrás y pienso en algunas batallitas de la Transición y allí está el Guti en primera fila. Pueden creerme, no se puede contar aquella etapa sin su figura, no solo porque él fue un testigo siempre en primera línea, sino porque con él el periodismo adquirió otra dimensión. Descanse en paz.
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Julia Navarro