Me parece muy bien que haya quienes en el País Vasco, Cataluña y Galicia sueñan con tener selecciones de fútbol propias. Ahora bien, una cosa es tener esa aspiración y otra muy distinta apelar a emociones más primarias en pro de esa aspiración. Y eso es precisamente lo que están promoviendo algunas plataformas que han decidido dedicar una gran pitada al himno nacional y al Príncipe durante la final de la Copa del Rey.
Lo peor es que hay partidos políticos democráticos, como CiU y PNV, que apoyan a estas plataformas. Sí, ya sé que «peneuvistas» y convergentes dicen apoyar que sus comunidades autónomas tengan selecciones propias y que se lavan las manos sobre todo lo demás, pero en mi opinión esta actitud es hipócrita, pero sobre todo puede resultar peligrosa.
Desgraciadamente, hay aficionados al fútbol que se comportan como auténticos energúmenos y la más de las veces los presidentes de los clubes no dicen esta boca es mía. También hay entrenadores que azuzan los bajos instintos de los aficionados. Pero me parece a mí que quienes tienen responsabilidades políticas no pueden ni deben moverse en el terreno de la ambigüedad. Por eso, me gustaría escuchar a Artur Mas o a Iñigo Urkullu decir en voz alta que no pueden avalar el comportamiento de quienes en el partido del viernes se pongan a gritar o a pitar contra el himno nacional o contra el Príncipe Felipe que representará al Rey. Me gustaría oírles pedir a los aficionados de Barcelona y del Bilbao que esas pitadas serían un comportamiento indigno.
La final de la Copa del Rey puede convertirse en un partido de alto riesgo, de ahí la petición de la presidenta de la Comunidad de Madrid de que el partido se juegue a puerta cerrada. En mi opinión eso supondría un fracaso, pero un fracaso de las aficiones del Barcelona y del Bilbao y si me apuran de todos aquellos que no hagan lo suficiente para impedir comportamientos antidemocráticos, de ahí mi apelación a los partidos nacionalistas democráticos. Pero también me gustaría escuchar a los jugadores de ambos equipos pidiendo respeto y comportamiento cívico a sus aficiones.
Apelar a las bajas pasiones es un acto de irresponsabilidad que en algunos casos pueden tener consecuencias de tal calibre que es mejor ni pensarlas. Esperemos que los responsable políticos, los presidentes de ambos clubes y los jugadores sepan estar a la altura de las circunstancias y no apoyar a los energúmenos que pretenden convertir un partido de fútbol en un acto ofensivo y bárbaro.
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Julia Navarro