Hay que ahorrar. Hay que reducir el Estado Autonómico. Por muchas razones pero, fundamentalmente, porque no hay un euro y todo está súper dimensionado. Y una medida, como otra cualquiera, puede ser reducir los parlamentos de estos mini-estaditos que nos hemos dado poco a poco a lo largo de 30 años. Estoy de acuerdo con Esperanza Aguirre.
Y estoy de acuerdo en que la Asamblea de Madrid empiece dando ejemplo. No es de recibo que tenga 129 diputados, representando a seis millones de madrileños, y que el Congreso tenga 350 diputados que representan a más de cuarenta millones de españoles. Es absurdo. Desproporcionado. Descorazonador.
Es posible que reducirlos a 65 no sea un ahorro excesivo pero es ejemplarizante. No se nos puede estar pidiendo esfuerzos a todos mientras el clientelismo político se pone las botas en Parlamentos y Asambleas ficticias, que podrían funcionar perfectamente con la mitad de miembros.
Y así habría que ir comunidad autónoma por comunidad autónoma reduciendo parlamentos y gastos superfluos.
Gastos insultantes, incluso, como los que ha llevado a cabo Rafael Ribó, Síndic de Greuges catalán o inútil Defensor del Pueblo de aquella comunidad, que, en plan Carlos Dívar, ha realizado 60 viajes internacionales, en los últimos tres años, para llevar la bandera catalana por el mundo y a su Jefa de Gabinete, treinta años más joven. Eso sí, dice Ribó que aprovechaba los viajes para leer. El caso es que se gastó 62.117 euros en 2011 y 93.882 en 2010.
Esto de que haya un Defensor del Pueblo casi en cada comunidad autónoma también es manifiestamente recortable.
Sin duda, ya no somos un país de charanga y pandereta sino de caraduras y gastos por la patilla.
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La sonrisa de la avispa