Cada vez es más incompresible el comportamiento de los mercados. La prima de riesgo sube y la bolsa baja. A pesar de haberse producido la solicitud española para que la Unión Europea recapitalice los bancos españoles, y de que el Eurogrupo haya asumido la intención de hacerlo con una suma que puede llegar a alcanzar los cien mil millones de línea de crédito, el intrincado mundo de la economía financiera se nos muestra con todas sus complejidades dejándonos sumidos en una cierta desorientación.
Las razones de esta aparente contradicción hay que encontrarlas en la suma de tres factores: la naturaleza especulativa de los mercados financieros y la aún confusa escena en la que se desenvuelve Grecia – en vísperas de unas elecciones de resultados imprevisibles – junto a la no menos confusa falta de claridad por parte de los actores intervinientes en el “rescate”.
De un tiempo a esta parte, resulta sorprendente que sabiendo cómo reaccionan bolsas y el mercado de deuda, se tomen decisiones que no produzcan efectos inmediatos, se contradiga a los responsables que anuncian las conclusiones de los acuerdos y se aplace la información sobre datos objetivos que no precisan del análisis de los auditores, y se deja a la rumorología fomentada desde Bruselas el tipo de interés que marcarán para los euromillones entregables.
La Unión no se ha definido ni por su agilidad ni por su consistencia en la toma de decisiones que afectan a las economías debilitadas, y estas actitudes provocan más debilidad y vulnerabilidad. Si Europa quiere ser tal, debe empezar por hablar con una sola voz en un asunto tan delicado como este y debe tener las respuestas preparadas para todas las preguntas que ciudadanos e inversores se plantean. Las economías nacionales son la base de un euro fuerte, si la banca española es rescatada pero al mismo tiempo se daña inconscientemente la imagen y la confianza de España, el daño reparado con la inyección de capital no servirá de nada y el euro seguirá en entredicho.
Así que no es cuestión de quién habla más alto, es hora de que definitivamente se hable con transparencia y de que se pongan los puntos sobre las ies, con el fin de que las dudas no sean palos en las ruedas de nuestras oportunidades. España ha hecho lo que debía –para evitar, entre otras cosas, el temido contagio del resto de los bancos europeos y norteamericanos-, ahora queda por evitar que el futuro inmediato de Grecia nos termine por arrastrar por no haber aclarado a tiempo lo que ya estaba decidido.
Editorial Estrella