La «cura» va buena pero el personal no acaba de tenerlas todas consigo. La «línea de crédito» como la llama Rajoy -el rescate europeo para sanear el agujero de la banca española-, no parece que haya quitado el miedo que tienen metido en el cuerpo los clientes de las cajas de ahorro. Al margen de los errores de estrategia cometidos por Del Bosque a la hora de decidir la delantera de la «Roja» en el partido contra Italia, en la calle, no se habla de otra cosa. La gente desconfía de las proclamas oficiales; de los titulares de la prensa complacientes y de los análisis de los expertos financieros, muchos de ellos, por cierto, unidos en sus intereses a los de las entidades enfermas. Sobró opacidad, hubo exceso de arrogancia y, según algunos indicios, hasta manejos dolosos en la gestión de los responsables de las cajas -los Blesa, Rato, Olibas, Lego, Serra, Moltó, Crespo, etc- y ahora falta transparencia en los mensajes de los políticos que les nombraron. Qué decir, por cierto, del silencio de los consejeros de algunas de esas cajas -políticos o sindicalistas- quienes, tras años de sueldos y bicocas como miembros de los Consejos de Administración de las cajas (Cajamadrid, Caixa Catalunya, la del Mediterráneo, la Laietana, la de Castilla-La Mancha, Caixa Galicia, etc) siguen agazapados, sin el decoro y la gallardía que hay que tener para dimitir y pedir perdón a los accionistas de las cajas, a los impositores, a los jubilados que les habían confiado la custodia y tutela de los pequeños ahorros de toda una vida.
Un silencio que se torna cobardía y que activa un doble mecanismo social: ira, ante la sensación de falta de voluntad para depurar responsabilidades políticas y decepción ante la ausencia de una acción expeditiva por parte de la justicia -la Fiscalía se lo ha tomado con calma-. Y, por último, pero no lo último: alarma social. Raro es el día en el que al periodista, cuando le reconocen por la calle, no le preguntan por la situación de las bancos: «Y, qué va a pasar con nuestros dineros, son los ahorros de toda mi vida». La alarma es transversal; común entre gentes de derechas y de izquierdas. Es un drama que reclama reparación, explicaciones y culpables. Pasará factura. A los políticos y al sistema. Al tiempo.
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Fermín Bocos