martes, noviembre 26, 2024
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Joaquín Almunia

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Joaquín Almunia es el paradigma del ‘espíritu socialista español’. Un espíritu que, muy al contrario del espíritu americano en el que triunfan los mejores, hace triunfar a los perdedores. A los fracasados.

Almunia, tras ser un ugetista del montón, fue un mal ministro de Trabajo. Pero, como premio a su penosa gestión, Felipe González le nombró ministro de Administraciones Públicas, en donde volvió a fracasar. Y no me voy a entretener en su sonoro chasco para no perder tiempo.  

Pero, como había fracasado rotundamente como ministro, los felipistas le hicieron su candidato a unas elecciones primarias contra Josep Borrell. Elecciones que, como es natural, Joaquín perdió. Pero que volvió a ganar, porque Felipe conspiró contra Borrell y se lo cargó. El caso es que Almunia, de fracaso en fracaso, fue el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno del 2000.

Elecciones, por cierto, que volvió a perder de una manera parecida a como perdió Rubalcaba hace seis o siete meses. Por goleada. Pero el ‘espíritu socialista español’, como premio a esa vergonzosa derrota, le hizo Comisario Europeo. El mayor chollo al que puede aspirar un españolito. No se puede fracasar más y llegar más alto.

Dicho esto, ¿qué papel está jugando Joaquín Almunia, como Comisario Europeo, en un momento tan complicado como el que está viviendo este país?

Que se sepa, maniobrar contra el Gobierno de España. Porque, desde hace meses, Almunia viene actuando de una manera, digamos, poco digna, dando pábulo a rumores o creándolos, como con aquel, nada claro, que publicó Reuters sobre el déficit, y haciendo política de medias palabras para que todo el mundo dude de las medidas del Gobierno de Rajoy o sobre la consecución de la ‘póliza de crédito’ para sacarnos del abismo en que nos metió ZP.

Pero ¿por qué? ¿Qué saca Joaquín con ello? Se supone que antes que socialista es español…

No lo sé. Pero lo suyo empieza a ser algo deshonroso.

Su postura me recuerda a la del francés Beltrán Du Guesclin cuando dijo, tras aquella disputa entre Pedro I y Enrique de Trastámara: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”.

Su señor, claro, es Rubalcaba. Sospecho que porque le debe mucho al partido socialista…

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La sonrisa de la avispa

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