Los días de Carlos Dívar al frente del Consejo General del Poder General parecen contados. Tengo para mí que se ha iniciado ya la cuenta atrás para la salida -por dimisión- del también presidente del Tribunal Supremo. Creo que la clave hay que buscarla en el mundo de la política y al margen de la decisión de la Sala de lo Penal del Supremo en relación con la querella por presunta malversación de caudales públicos presentada por una asociación de juristas.
Los indicios de que el Partido Popular habría cambiado y le dejará caer, son notables. Del apoyo cerrado del ministro de Justicia (Ruíz Gallardón) han pasado a permitir que el Grupo Popular en el Congreso (Alfonso Alonso) apoye la comparecencia de Dívar en una comisión que, sobre el papel, se interesará por la marcha de la Justicia aunque a nadie se le oculta que en las preguntas de los diputados gravitará el penoso asunto de la libérrima disposición de fondos públicos para viajes y estancias fuera de Madrid que en registro de escándalo nimban la imagen de la máxima autoridad judicial del país.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha cambiado el PP? Pues, más allá de las pulsiones que cruzan de manera permanente la dialéctica entre la derecha y la izquierda, pulsiones que en una primera fase -dada la presunta afinidad política conservadora de Dívar-, llevaron al ministro a apoyar al cuestionado presidente del Tribunal Supremo, el goteo de nuevos e irrefutables datos acerca de los gastos en viajes y dietas se va abriendo paso y escalando peldaños en la escalera de lo inadmisible. Puede que la libérrima disposición de fondos públicos por parte del presidente del Supremo sea legal, pero está fuera de toda duda que ni ética ni estéticamente tiene un pase. Máxime cuando se trata del vértice de la Justicia de un país que tiene cinco millones de parados y atraviesa por la peor crisis financiera y económica de los últimos treinta años.
El «resistir es vencer» que parecía ser el lema adoptado por Dívar, tiene fecha de caducidad. El deterioro de su imagen arrastra la de la institución que preside. Por estas y otras noticias que están por aparecer, en los círculos políticos madrileños se da por hecho que la suerte de Carlos Dívar está echada.
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Fermín Bocos