La prima de riesgo sube y la valoración de los políticos por parte de los ciudadanos baja. No ignoro que en apariencia no son conceptos comparables pero tengo para mí que existe una relación verificable entre la pérdida de confianza en la solvencia económica de España y la mengua del prestigio de quienes toman las decisiones políticas y económicas que nos han llevado, como dijo uno de ellos, el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro: «al borde del precipicio».
De un tiempo a esta parte es frecuente oír hablar de la «falta de liderazgo» como una de las razones que explicarían la gravedad de los problemas que nos afligen. Todos los estudios demoscópicos publicados en las tres últimas semanas retratan con inequívoca dureza esa situación. Tanto el presidente Mariano Rajoy como el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, suspenden en la valoración de los ciudadanos. El Gobierno, que apenas lleva medio año en el poder, sale muy mal parado en los encuestas -las medidas de ajuste que afectan al salario de los funcionarios y la nueva reforma laboral podrían arrojar luz sobre el por qué de tan intenso desgaste-. Resulta más complejo elucidar por qué en los mismos sondeos también sale laminado el PSOE, que ya no está en el poder, y que, por lo tanto, debería estar exento de la cuota de desgaste que apareja la tarea de gobernar. Está claro que la sombra de Zapatero es alargada, pero no tanto como para oscurecer la realidad de un discurso político al que una parte de los ciudadanos -al igual que ha ocurrido en Grecia con el PASOK-, vinculan con la mala gestión de la crisis financiera y con los primeros ajustes en materia de pensiones y salarios. Vivimos tiempos difíciles en los que los ciudadanos corrientes nos adaptamos como podemos a la creciente precarización del trabajo y a las servidumbres traídas por la crisis de los bancos en orden a la falta de crédito mientras que los políticos siguen con su tren de vida tradicional y se las han arreglado para que los ajustes no afecten a sus arborescentes y burocratizadas organizaciones partidistas.
Otro tanto ocurre con los sindicatos y la CEOE. Es un mundo de privilegios que por contraste con el mal pasar de tanta gente se hace insoportable. De ahí viene el desafecto creciente de los ciudadanos y la desconfianza que reflejan todas las encuestas. Deberían tomárselo en serio. El último escenario político griego quizá sea un aviso.
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Fermín Bocos