El ruido es un buen lugar para esconderse. Generalmente sirve de coartada eficaz para ocultar lo que no se quiere enseñar, y suele ser un buen refugio para disolver la indigencia intelectual entre alharacas y pitidos, tal y como ya nos tienen acostumbrados algunos. Hay muchas formas de hacer ruido. Se busca el desliz, y se amplifica.
Durante años hemos visto como se multiplicaban actos mínimos de un presidente mientras se disimulaban barbaridades máximas de unos hooligans de la política que, enderezados por actuar en grupo, se las presumían valientes para degradar todo lo que no estuviera en línea. En su línea.
Ahora, el ruido es el tuit de Elena Valenciano. Un error ingenuo producto de la naturalidad y de la espontaneidad de un momento de esparcimiento. El ruido se multiplica por el eco. Un comentario cualquiera sobre un asunto menor. O un comentario menor sobre un asunto cualquiera, que lo que descubre es un gesto inadecuado producto de la pasión que el fútbol provoca a domicilio. El problema surge cuando se trata de sacar partido, degradar y denigrar a quién se ha rectificado a si misma.
El caso es que, fíjense, anda por la red un amigo de Percival Manglano. Perdón, me rectifico, un seguidor de Percival Manglano y un sujeto al que Percival Manglano sigue. Es el lenguaje de la red. El caso es que el sujeto en cuestión, presuntamente anónimo, publica tuits a menudo insultando intencionadamente a una diputada de la Asamblea de Madrid. La llama zorra, le desea la muerte. Incluso, atiendan bien, la llama roja. Quizá es un desvarío. Pero un desvarío sistemático. El sujeto tiene nombre y apellido, se multiplica en la red con el discurso incendiario de la caverna.
Pero no es noticia. La diputada de la Asamblea de Madrid no alcanza a serlo, a pesar de que Percival Manglano, consejero del gobierno regional, comparte escudería tuitera con el sujeto amenazador e insultador. Parece que comparten tuits. Y seguramente, Manglano los habrá leído porque, al fin y al cabo, del mismo modo en que todos leímos el de Elena, por qué no iban a leer otros muchos el del sujeto al que sigue Manglano. Y ya saben que Manglano presume de usar Twitter. Tanto que lo usa en la Asamblea y lo cita para atacar a…!Tania! Curiosa coincidencia.
Pero los tuits intencionados y perversos no son noticia. Lo es el de Elena Valenciano, que es tan desafortunado como ingenuo en su significado. Tania Sánchez, diputada de IU, es amenazada, al parecer, por un señor llamado Tomás Santos cuya cuenta de twitter se llama “En estado de guerra”, la cuenta que sigue el consejero del gobierno regional don Percival Manglano. Lo ha dicho Tania en la Asamblea, pero el Consejero se había ido. Y, al parecer, todo el mundo. Irían a leer los tuits de Elena Valenciano, a buscarla en un renuncio. No irían a leer las amenazas a Tania, porque esas no hacen ruido.
De todas formas, es curioso que el Consejero de Aguirre le dé al botón de “seguir” a algo o a alguien que se identifica como “En estado de guerra” ¿Será verdad que quiere seguir el estado de la guerra? ¿O será que el ruido le confunde como la noche confundía a Dinio?
Inquietante, desde luego.
Rafael García Rico