El Parlamento rinde homenaje a las víctimas del terrorismo, pero algunas de las asociaciones que las representan prefirieron optar por no acudir a la cita. Tienen razón para sentirse dolidas en un momento en que el Tribunal Constitucional se ha descolgado legalizando a Sortu.
Los que defienden la legalización de Sortu alegan que el proceso de pacificación está en marcha y que políticos e instituciones tienen que actuar teniendo en cuenta esta nueva realidad y eso es tanto como decir que el fin justifica los medios.
Verán, en mi opinión hay que dar pasos para aprovechar que ETA esta acorralada policialmente y que sus brazos políticos, porque tiene varios, parecen haber entendido que a tiros no se consigue nada. La cuestión es qué camino recorrer hasta lograr que ETA desaparezca para siempre. Y sea cual sea el camino lo que se debería de tener siempre presente es que no cabe echar un manto de olvido y hacer como si no hubiese pasado nada en los últimos cuarenta años. Hay demasiada sangre, demasiados muertos, demasiados exiliados, demasiados huérfanos, demasiado dolor para hacer borrón y cuenta nueva sin más.
La exigencia de que los etarras pidan perdón es una exigencia de mínimos, como lo que es que los etarras colaboren con la Justicia. Lo que los demócratas no pueden hacer es querer pasar página como si no hubiera pasado nada. Ha pasado y los asesinos deben de cumplir sus penas y afrontar cuanto menos la repulsa de la sociedad.
Lo peor que nos puede pasar es que comencemos a padecer el síndrome de Estocolmo con los etarras supuestamente arrepentidos y sobre todo con sus adlateres políticos, comportarnos como si les estuviésemos agradecidos por no matar. Naturalmente, en un proceso como este en que se trata de que desaparezca para siempre la banda terrorista habrá que escribir con reglones torcidos, pero sin perder la dignidad y sobre todo sin afrentar a las víctimas.
En realidad, estos homenajes a las víctimas no terminan de salir bien porque siempre hay alguna asociación que rechaza asistir. En esta ocasión, además, los parlamentarios de Amaiur se descolgaban del homenaje, dejando una vez más en evidencia su catadura moral.
En cuanto al Gobierno qué quieren que les diga, yo creo que están siguiendo el plan de ruta trazado en su día por el expresidente Rodríguez Zapatero, por más que los ministros hagan declaraciones rimbombantes.
Lo que resulta insoportable es que haya que acariciar al tigre para que no nos vuelva a morder. Y eso es lo que en ocasiones da la sensación que hacen algunos políticos. A ETA no hay que estarla agradecida porque deje de matar sino que hay que combatirla hasta el último minuto y desde luego no darle ni una sola concesión que suponga una pérdida de dignidad de la sociedad.
Hay que tener el corazón de piedra para no comprender el dolor, la desesperanza y la desilusión de las víctimas, y ese dolor no se alivia a golpe de homenaje, aunque dicho sea de paso bienvenidos sean porque durante décadas las víctimas han sido invisibles, y eso era aún peor.
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Julia Navarro