Mientras Rajoy clama en el desierto de una Europa madrastra que nos va a castigar a todos por culpa del desastre al que nos han llevado unos pocos, el Gobierno sigue buscando dinero en España. Dónde sea. Cómo sea. Ahora les ha tocado el turno a los partidos políticos. Hoy, el Congreso aprueba un recorte del 20% de las subvenciones que se les conceden con la votación de la reforma de la Ley de Financiación de las Formaciones Políticas. Una reforma, por otra parte, que supondrá también la obligación de que hagan públicas sus cuentas. Ya era hora.
Porque, aunque lo que se ahorre no sea más que el chocolate del loro, la reforma es un gesto de regeneración democrática muy importante porque abre el melón de la política profesional en España y, de paso, rompe con el mayor tabú oscurantista desde la Transición que había convertido a los partidos políticos en máquinas tragaperras.
¿Por qué los partidos políticos no han vivido en España de las cuotas de sus afiliados o de las donaciones claras de sus simpatizantes? ¿Por qué se le ha consentido hacer de la política un negocio poco claro? No lo sé. Supongo que la desidia. Supongo que porque los partidos políticos no iban a tirar piedras contra su propio tejado.
Insisto en que un 20% de recorte es poco. Casi nada. Solo un gesto. Aunque a esa cifra haya que sumarle el recorte que la reforma también hará en Sindicatos, Patronales y Fundaciones políticas. Pero algo es algo.
Aquí lo importante está por llegar. Porque la gran tragedia de España está en el desmadre autonómico y ahí parece que no se tiene lo que hay que tener para meterle mano. Y Europa lo sabe.
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La sonrisa de la avispa