Parecía imposible. Todo el mundo decía que estábamos condenados. No recuerdo a qué pero condenados. No había nada ni nadie que calmase a los mercados que nos ahogaban y la izquierda española, agorera y causante de todo el lío, echaba más leña al fuego.
De hecho, ni siquiera el anuncio de la concesión de la ‘póliza de crédito’ de los cien mil millones de euros había traído la calma porque el cainismo español escupía al cielo y lo consideraba un rescate. Algo que nos debilitaba más.
Primero porque todos pensaban que los bancos españoles necesitaban más dinero y, segundo, porque decían que Europa, al darle el dinero al Estado español en lugar de hacerlo directamente a los bancos, aumentaría la deuda. A lo que había que añadir, además, una condición tremenda que nos imponían los europeos: en caso de no haber dinero a la hora de devolverlo, a quien primero había que pagar era a Europa, con lo que los mercados veían peligrar su deuda, condición que complicaba su relajación. En definitiva, un desastre para España se mirase por donde se mirase.
Pero nadie contaba con Mariano Rajoy. Nadie contaba con la capacidad infinita de negociación del Presidente del Gobierno de España. Es gallego y tozudo.
Para empezar, demostró que era falso que necesitásemos cien mil millones de euros con la sólida base de dos auditoras independientes y después, cargado de toda la paciencia del mundo y convenciendo a Monti de lo importante que era unir en el mismo objetivo a España y a Italia que, si no recuerdo mal, entre las dos economías tienen más peso en el PIB europeo que la propia Alemania sola, se sentó a negociar.
Y como los grandes negociadores, anoche, pidió agua y se dispuso con Monti a decir que no. Que no. Sine die. No había prisas. Si los ricos y sobrados norteños querían avanzar en el concepto Europa tenían que resolver, primero, el problema de dos de sus integrantes más importantes. Y la noche avanzaba. Y, para más guasa, Italia y España jugarían la final de la Eurocopa de fútbol, después de que Italia aplastase a Alemania, curiosamente, lo que no dejaba de ser un lazo que unía más a Monti y a Rajoy. Y el que resiste gana. Algo que no saben los centroeuropeos. Y más agua. Y más que no.
Y a las cinco de la mañana, Ángela Merkel cedía: la recapitalización será directa a los bancos bajo una supervisión en la que estará implicado el BCU, la zona euro no será acreedora preferente en la ayuda a la banca española y se flexibilizarán las condiciones para que los fondos de rescate compren deuda. Éxito total.
Éxito de Mariano y de Monti. Y sin contar con Hollande, el nuevo ídolo de la izquierda española, porque, como dije el otro día, aún no se ha enterado de qué va la vaina.
Espero que con esto los mercados dejen ya respirar a España e Italia. Y que, Rajoy, pueda dedicarse ahora a poner en orden en este país de traca.
Bien, Mariano, bien… Ahora que tu gente venda este éxito como hay que venderlo para que podamos coger algo de aire y pensemos que aún es posible.
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La sonrisa de la avispa