Enganchados al móvil. La sociedad de la información en España es de bolsillo. El teléfono móvil es la tecnología que más ha cambiado la vida personal de los españoles en este siglo XXI. Le sigue internet, más definitiva para la sociedad que para cada ciudadano. Aún tenemos miedo a la máquina. La gente se aísla más, se vuelve perezosa y desperdicia el tiempo, dicen la mayoría de los encuestados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (pdf). Somos neoluditas, herederos de los trabajadores que odiaban las máquinas sustitutas de su trabajo. ¿Les suena? Algo de verdad hay en ese retrato cínico de una sociedad digital ociosa y más lúdica que productiva.
La sociedad de la información es todavía en España más una sociedad del ocio. Nos encanta leer la prensa gratis en internet y nos apuntamos a las redes sociales con pasión. Pero el comercio electrónico aún nos da repelús y algo de desconfianza. Ni nos fiamos ni somos amigos de comprar lo que no tocamos. Y una pantalla táctil aún no nos parece sustitutivo del escaparate y las estanterías de una tienda.
Al euro nos costó lo suyo acostumbrarnos y aún muchos cuentan en pesetas lo importante y caro. Somos exhibicionistas, pero desconfiados. Valleinclanescos siempre.
La brecha digital pervive. Con el móvil en el bolsillo o pegado a la oreja somos modernos y mantenemos la pasión por la comunicación boca a boca, pero del resto de las tecnologías y de los usos que no sean el correo electrónico, leer noticias, las redes sociales o las descargas, poco.
La sociedad de la información aún no es lo productiva que debería. Dependemos más de lo de fuera que de lo nuestro a pesar de nuestros buenos técnicos, diseñadores y de algunos emprendedores empeñados. Pesan las inercias de las grandes industrias y los viejos negocios que no se adaptan. Como tantos usuarios.
Encuesta tras encuesta el diagnóstico es el mismo. Y uno se pregunta, bastante hastiado, qué fue del empujón educativo, social, institucional y político que aún se necesita. El desarrollo de la sociedad de la información es otro de los capítulos olvidados entre tanto recorte y tanto crisis que las tecnologías deberían ayudar a paliar.
Al Ministerio de Industria y a su Secretaría de Estado para la Sociedad de la Información, prácticamente absorbida por el dividendo digital y su reordenación de las frecuencias de la TDT -la televisión manda- han llegado las recomendaciones de un grupo de expertos para implementar la Agenda Digital europea. Coinciden en señalar las tecnologías digitales como clave del desarrollo y señalan unas cuantas reformas de las que no necesitan dinero, sólo ideas y voluntad. Pero de estas andamos tan escasas como de una economía digital aún pequeña –e informal- en el PIB.
Sin un impulso social y político como el que intenta la Comisión Europea la economía digital va lenta. Seguimos necesitando un zar digital cuando la sociedad de la información ha perdido peso en un gobierno al que los recortes y la presión de algunas grandes compañías le nublan la vista en un futuro que es demasiado costoso perder.
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Juan Varela