Bravo señor Rajoy, con la que está cayendo, su gesto más notorio y memorable va a ser la entrega en mano del Códice Calixtino al arzobispo de Santiago de Compostela. ¡Hurra por Rajoy! ¡Lancemos las campanas al vuelo ante tamaña demostración de heroicidad y de buen gobierno!
A eso se le llama aprovecharse de los éxitos ajenos : el de la policía recuperando el Códice y deteniendo al electricista Manuel Fernández Castiñeiras, el presunto ladrón, o el de » La roja» ganando la Eurocopa.
En ambos casos nuestro presidente del Gobierno escapa de otros menesteres y se va a Santiago a Polonia a Ucrania o a donde haga falta, para levantar los dedos en señal de victoria y huir del Congreso de los Diputados que es donde realmente le requieren el deber, la lógica y la ciudadanía.
Con el diferencial en el nivel previo a los acuerdos del Consejo Europeo contra la crisis, el bono disparado al 7%, la bolsa cayendo más del 3% y Europa helando las expectativas de ayuda directa a la banca española, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría abre la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del viernes con el asunto del Códice, para confirmar que será Rajoy quien escenifique la entrega en mano del valiosísimo documento a la Iglesia.
Así nos luce el pelo.
Da la sensación de que Rajoy siempre está a punto de morir de éxito; del suyo propio o del apropiado. Pero, desgraciadamente, los éxitos propios que proclama no solo resultan fallidos las más de las veces, sino que se convierten en boomerangs que terminan por estrellarse contra su propia cabeza. Y es que sus proclamas jubilosas desagradan a muchos de nuestros socios europeos. Su chulesca actitud, por ejemplo, tras el rescate bancario irritó profundamente a la Unión Europea. No hizo ninguna gracia que presumiera de haber sido él quien presionase para conseguir lo que realmente no consiguió.
Y así, una y otra vez, trata de vendernos como éxitos lo que luego resultan estrepitosos fracasos. En el mejor de los casos hasta se apunta como propios los logros de Mario Monti.
Se entiendo, por tanto, que sus asesores de marketing le inviten a agarrarse a otros clavos ardiendo, por muy alejados que estén de lo que, según el mismo repetía por activa y por pasiva, les preocupa de verdad a los españoles.
O eso o, como viene haciendo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, sustituir la herencia recibida (ese mantra que ya no funciona) por una oda a la futilidad de las circunstancias, asiéndose desesperadamente a un «ni sí, ni no, ni todo lo contrario».
Y es que, desgraciadamente, ya no hay quien nos quite de encima la malísima sensación de que no tienen ni idea de qué hacer, ni de cómo hacerlo.
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Victoria Lafora