Nos hemos quejado mucho de los Gobiernos o los ministros que legislan a golpe de telediario, especialmente en el terreno penal, influidos, por ejemplo, por la noticia de un asesinato de un menor o la huida de un terrorista. Pero llevamos mucho tiempo legislando en respuesta a los movimientos espasmódicos de los mercados y cada reforma, cada cambio, cada medida se revela inútil poco tiempo después. Seguramente el Gobierno está haciendo lo que tiene que hacer, también podría hacer otras cosas, y aunque algunos señalan que existe un plan, una mayoría cree que no hay tal programa sino una respuesta nerviosa a cada golpe que se recibe. Zapatero anunciaba medidas drásticas que se quedaban en nada y tal vez pensaba que engañaba a Europa y a los mercados. Pero se hacía trampas al solitario, nos engañó a todos y nos hizo perder mucho tiempo.
Ahora Rajoy tiene un país en emergencia. Ha tocado el problema laboral, no ha afrontado a fondo el problema financiero, tiene una Administración y una función pública necesitadas de una reforma profunda, y debe hacer una revolución en el sistema educativo, pero da la sensación permanente de improvisación, no transmite confianza. Son muchos lo que le piden un programa y un calendario, saber a qué atenernos, qué recortes hay que hacer -muchos todavía- y cuándo, qué medidas propone para crecer, para crear empleo, para levantar el país. También los países también deben tener «un plan de negocio».
Como reformamos una cosa cada día, sin ese plan explícito, da la sensación de que aquí nada funciona. Y no es verdad. Pero si vendemos fuera que los bancos y cajas están quebrados, que el regulador financiero no se entera de nada, que los políticos son ineptos y corruptos, que la industria no existe, que el turismo sufre bajo la amenaza de la subida del IVA, que la Administración está en manos de incompetentes, etc., nos van a cobrar cada euro que nos presten al doble de lo que vale y vamos a pagar estas deudas por los siglos de los siglos.
Ahora se está hablando de quitar la paga de diciembre a los funcionarios y de eliminar no se cuántas decenas de miles de contratos en las Administraciones públicas, como ha anunciado también Monti en Italia. Seguro que sobra personal en la Administración, pero da pánico pensar que es más fácil echar a los que trabajan que a los que no pegan un palo al agua o a los ineptos que les mandan. Tenemos funcionarios que no hacen nada, pero también muchos que cumplen fantásticamente su tarea y que son absolutamente competentes. Demonizar la función pública es otro error. Hace falta un análisis serio de lo que tenemos, de las duplicidades, de las ineficiencias y actuar con vistas al futuro. Es posible que ahora haya que meter el bisturí, pero sin un plan a medio y largo plazo, el enfermo será crónico. ¿Tiene un plan este Gobierno? Pues que lo enseñe.
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Francisco Muro de Iscar