En los momentos difíciles es cuando se ve la talla de los líderes políticos. Las dificultades pueden presentar rostros diferentes y, a veces, contradictorios. Pero, al fin y al cabo, son dificultades que se deben afrontar si se está en el gobierno y si las responsabilidades obligan a ello. Lo contrario implicaría tener una relación con el poder basada en la sumisión, la aceptación y en las reacciones esquivas. Capear el temporal suele ser una actitud falta de escrúpulos y la pérdida de autoridad moral va indisolublemente asociada a ese comportamiento.
Juan Vicente Herrera, Presidente de la Junta de Castilla y León, es un político serio y discreto, pero con la fortaleza de unas convicciones democráticas tan firmes como sus valores morales. Por eso se enfrenta a los problemas. A los suyos y a los de los suyos. En este momento, el presidente castellano leonés ha tomado la iniciativa para defender los intereses de los suyos, es decir, de los ciudadanos de su región, a los que se debe; a los ciudadanos hemos dicho, y no sólo a sus votantes. Y lo ha hecho por encima de los intereses de su partido, templando, pero poniendo su responsabilidad institucional por encima de su disciplina partidista.
Esto en España sucede pocas veces. La aceptación ciega de los mandatos que provienen de lo más alto de la jerarquía política es un hecho indiscutible porque la consecuencia de no acatarlos puede manifestarse en la elaboración de las siguientes listas. Eso ha limitado la libertad de crítica y ha puesto en evidencia la debilidad del peso político frente al peso orgánico.
Hace tres días, Juan Vicente Herrera ha enviado unas cartas al ministro de industria, José Manuel Soria, a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y al presidente del gobierno, Mariano Rajoy, pidiéndoles que reflexionen sobre la situación en la que quedará la minería con la reducción de las subvenciones al carbón. Comarcas leonesas y asturianas viven de semejantes ayudas y la política de recortes, en este caso, es un aldabonazo no sólo a las empresas de extracción minera sino también a la industria auxiliar, los servicios y la existencia misma de las localidades que han hecho girar su presente y su futuro en torno a la minería.
Por ello, Juan Vicente Herrera ha reaccionado pidiendo diálogo e interlocución para encontrar soluciones al recorte excesivo. Las cartas salieron después de que el presidente de Castilla y León se reuniera con sindicatos y empresarios y a ellas las acompañaba un informe empresarial que califica el recorte previsto de “excesivo” y “brusco”.
En el gesto de Juan Vicente Herrera no hay ni deslealtad ni divismo, ni siquiera oportunismo, sino todo lo contrario: hay responsabilidad institucional y lealtad al proyecto político de su partido, puesto que ni en el programa ni en la trayectoria política de esta formación figuraba semejante recorte presupuestario que hiciera inviable la existencia misma de las comarcas mineras.
La lealtad se configura con fuertes dosis de sinceridad y de realismo, la fantasía del rey desnudo no está en el decálogo moral del presidente castellano leonés y eso es de agradecer, más en el mundo turbio y confuso de la política en el que la actitud soberbia de un ministro no ayuda en nada ni a su presidente ni a sus votantes. Pero si el ministro nunca ha ganado unas elecciones es normal que confunda la importancia de la humildad, el diálogo y la confianza electoral.
Editorial Estrella