No acierto a contar las semanas decisivas que llevamos viviendo desde que se iniciara hace ya meses la crisis de deuda y del euro. La que empezó ayer lo hizo mal. Era todo un test conocer cómo los mercados se tomarían las medidas de ajuste anunciadas por Rajoy. Había que mirar a la bolsa, a la prima de riesgo y al tipo de interés a pagar por los bonos a 10 años. Todo salió mal. Los expertos no se ponían de acuerdo sobre el por qué de la reacción de los inversores. Parece que hay otras causas al margen del euro, incluso de la pobre España. Preocupan los datos que se van conociendo de Estados Unidos. El miedo a una doble recesión y se preguntan los analistas si habrá más dinero por parte de la Reserva Federal.
Pues será todo eso. Pero, no ayudó nada la declaración del Bundesbank recomendando a España pedir el rescate completo al país. Hay dirigentes en Europa que no sólo son inoportunos sino incoherentes y contradictorios. ¿Es lo que piensa la canciller, lo que opina el BCE, ganas de jorobar, un calentón de verano? Es realmente patético comprobar el comportamiento de muchos de nuestros líderes europeos y algunos españoles. Una de cal y otra de arena. Palo y zanahoria. Calentar la calle. De todo hay. De lo que menos hay es de sentido común y de responsabilidad.
El gobierno, los españoles, estamos haciendo un sacrificio en meses que deberíamos haber hecho en años. No ha quedado en pie nada de lo que hasta hace bien poco era intocable, irrenunciable y, por supuesto, financiable. Unas cuantas manifestaciones de los que como a los demás les han bajado el sueldo, pero mantienen su empleo y esperemos que poco más. El país está para trabajar más y mejor y por menos. Pero no para huelgas y algaradas. El derecho al pataleo está muy bien y todos queremos que se adelgace la Administración y el coste de la política. Mientras, no queda otra, a no ser que busquemos arruinar aún más el país. Con el esfuerzo de todos, España puede salir de la crisis, a pesar de los apocalípticos.
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Carmen Tomás