Conocí a José Luis Uribarri durante unas fiestas del Pilar, hace demasiados años. Creo que tenía una hermana que vivía en Zaragoza, y a la que había venido a visitar. José Luis era entonces uno de los presentadores del telediario de la única televisión que había en España -televisión en blanco y negro- y, por tanto, uno de los rostros más populares del país.
Le hice una entrevista para la edición del diario Pueblo, en Aragón, y no volví a encontrármelo hasta muchos, muchísimos años después, en casa del compositor Alfonso Santisteban. Uribbari dirigía entonces el programa «Aplauso» de TVE, donde Alfonso era el asesor musical, y yo pasaba muchos ratos en casa de Alfonso, porque estábamos preparando una revista musical.
La última vez que coincidí con Uribarri fue porque me llamó para su programa dedicado al cine en Canal 13, y lo encontré como era habitual en él: cordial, cariñoso, cortés y optimista.
Las personas que trabajan en televisión gozan y sufren espectaculares subidas de popularidad, seguidas de olvidos casi ominosos. Las profesionales inteligentes soportan esta ducha escocesa con toda naturalidad, mientras que los vanidosos o los tontos contemporáneos, consideran que los olvidos hacia su persona son humillaciones intolerables. José Luis siempre ha estado en el primer grupo, y nunca encontré una variación en su señorial manera de ser y de estar.
Recuerdo que en la etapa de «Aplauso», cuando la gente joven en España no salía de su casa hasta que no concluía el programa, José Luis era la llave para el lanzamiento de un nuevo disco o para el recordatorio necesario de las figuras que se van haciendo clásicas. He visto a cantantes famosos y representantes de editoras discográficas hacerle la pelota a José Luis de una manera casi indecente, sin que a José Luis le subiera la autoestima un sólo gramo. Y también he visto a esos grandes pelotilleros desaparecer como ratas de barco, cuando desapareció el programa. Tampoco entonces percibí que José Luis se extrañara o expresara la menor queja.
Escribo estas líneas apresuradas en un momento crítico para este profesional, que se forjó, como Luis del Olmo, en aquellas estaciones-escuela de Radio Juventud. Y le deseo lo mejor para él. El desenlace que quisiera para mí mismo, mientras le envío un sincero «aplauso» de homenaje.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Luis del Val