miércoles, noviembre 27, 2024
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Gregorio Peces Barba: Mi adiós a un hombre bueno

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Coincidí con Gregorio en un acto en la Universidad de Granada, hace ya demasiados años. Fuimos a conmemorar el aniversario de la Constitución invitados por una asociación de estudiantes y por las Juventudes Socialistas. Allí descubrí en él una extraordinaria pasión por el Derecho y una desmesurada afición al fútbol del Real Madrid. Con esos dos estereotipos, absolutamente ciertos, se ha construido el perfil de Gregorio Peces Barba, padre de la Constitución y uno de los socialistas de corazón, ideas y trayectoria vital más importante en la historia del PSOE reciente.

Su paso por la vida pública estuvo marcado por la entrega honesta y decidida a la defensa de ideas y valores que eran, y en algunos casos aún parece que son, consustanciales al liderazgo socialista. No es que no fuera una persona llamada a la labor de la gestión pública, es que se desenvolvía con naturalidad en el plano de la cultura política y mucho más en el de la reflexión intelectual.

Aun así, la Universidad Carlos III, paradigma de calidad docente y planificación eficaz, es una muestra de su talento aplicado al mundo universitario, y la Constitución, por mucho que se deplore ahora, es una muestra de su facilidad para el consenso, el diálogo que deriva en propuesta constructiva y de la fortaleza de los valores que le inspiraban y que se recogen en gran medida en la parte dogmática del texto.

Fue un Presidente del Congreso ejemplar; su talante y su prudencia se rememoran sobre todo cuando vemos a algunos personajes que, encaramados en las presidencias de los mini parlamentos regionales, denostan la sabiduría y la diligencia que el cargo debe contener. Lo banalizan con su superficialidad y hacen en su continua insuficiencia un homenaje permanente a Don Gregorio.

Y fue un buen socialista. Existe esa condición aunque a veces algunos pretendan ignorarlo. Él era un buen socialista: un hombre cabal, honesto, prudente, sincero, intelectual y trabajador. Era un propietario humilde de lo mejor del legado de Pablo Iglesias: la entrega a la defensa de la igualdad, la libertad y la justicia social. Convicciones que por muy huecas que parezcan, son parte de la virtud de los buenos hombres, aquellos que predican con el ejemplo, trabajan con respeto a la diferencia de los demás y se entregan al ideal y a los principios con la consecuencia que se exige a los hombres respetables. No fue un chisgarabís, ni un despotenciado ni mucho menos un empleado de la marca, capaz de adaptarse para la supervivencia con la agilidad del camaleón. A diferencia de muchos políticos, Gregorio Peces Barba contenía un caudal de experiencia que aportaba una justificación precisa a cualquiera de sus razonamientos.

Son tiempos tristes en la familia socialista, no cabe duda. Pero su legado intelectual se superpondrá a este vacío insoportable.

Rafael García Rico

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