Hace una semana, en esta misma columna, dije que Cataluña estaba en quiebra. Totalmente en quiebra. Que el oasis catalán se había convertido en un erial. Y que el problema era que Artur Mas ya no sabía qué hacer para salir del pozo. Incluso, dije que no tardaría en volver a mostrar el proverbial victimismo catalán y a endurecer su postura independentista.
Mi vaticinio se empieza a cumplir. Ya está aquí. Su incapacidad para resolver su ruina le ha llevado a iniciar una despavorida huida para entretener a los catalanes con el fin de que olviden su calamitosa gestión y no se den cuenta de que el nacionalismo catalán, treinta años después, ha sido un rotundo fracaso. Y para ello, no hay nada mejor que volver a culpar a España de todos los males que le asolan. Nunca, por supuesto, del aquelarre gastoso de sus dirigentes. Artur prefiere liarse en la señera que intentar averiguar por qué Cataluña es la comunidad más endeudada de España y qué gastos puede recortar o qué estructuras puede suprimir.
Es tan miserable la postura de este heredero de Pujol que llega a filtrar que Cataluña ya no tiene para pagar al personal de tres hospitalitos pero, en ningún momento, habla de cerrar embajaditas, cerrar los consejos comarcales o alguno de los ocho canales de televisión que tiene montados para lavar el cerebro a los catalanes. Lo importante para él es mantener su estructura irracional de construcción nacional de Cataluña y su gasto identitario. Y para ello, claro está, necesita un gran aparato propagandístico.
Ahora, ha conseguido que el Parlamento de Cataluña apruebe un nuevo sistema de financiación para que la Agencia Tributaria de Cataluña, bajo la tutela de la Generalitat, tenga el control absoluto en la gestión de los impuestos que pagan los catalanes y, de paso, echar más leña al fuego.
Como el Molt Honorable tiene que pedir 3.500 millones de euros al Estado, y eso es un fracaso duro de asumir, se pone digno, lía a unos partidos menores y aprueba una Hacienda propia para presionar al Gobierno de la nación en un absurdo brindis al sol.
Llegando a decir que, con este pacto fiscal, Cataluña salvará a España de la crisis. Pobretico. Incluso, alguno de sus correligionarios ya habla de independencia si España no acepta esta pantomima aprobada en el Parlamento catalán.
Resulta paradójico que esta votación se haya producido, precisamente, el día que se cumplían 20 años de la inauguración de aquel regalo que España le hizo a Cataluña montándole los Juegos Olímpicos. Y más paradójico aún que sea el día después de que algunos catalanes respetasen el himno americano y silbasen el himno español en el partido España-EEUU jugado en Barcelona para homenajear a aquel Dream Team que jugó en Barcelona 92.
Si no fuera por la gravedad del asunto, sería para hacer unas risas con toda esta caricatura. Porque todo viene a cuento como consecuencia de que la gran Cataluña separatista y soberbia tiene que reconocer su fracaso, pidiéndole a España 3.500 millones de euros. Se desconoce en qué idioma se redactará el documento rogatorio.
La sonrisa de la avispa