Así como los científicos aún permanecen asombrados por el repentino deshielo de Groenlandia y no son capaces de encontrar una explicación plausible al hecho insólito de la desaparición de más del 97% de la capa superficial de hielo de la isla en tan sólo cuatro días, los miembros del Gobierno, los analistas financieros y los tertulianos habituales tampoco son capaces de establecer una lógica que justifique el comportamiento irracional de los mercados.
Quizá sea por esta aparente falta de comprensión por los bruscos ataques que padecemos, que los portavoces de nuestras instituciones no aciertan a encontrar el tino suficiente para explicarse con claridad y adecuadamente de acuerdo con la extrema gravedad de la situación que padecemos.
La prima a 610, nos parece relajada. La bolsa sobre el límite de los 6000, nos parece recuperada. Nada fue nunca ni tan relativo ni tan efímero. Los comportamientos de la especulación, definitivamente, no siguen un patrón ni responden más que al ventajismo y la seguridad de obtener beneficios. Eso es, al fin y al cabo, en lo que consiste un sistema financiero desregulado. Y esa es también la consecuencia de una construcción europea que ha seguido una lógica equivocada, poniendo delante las carretas – el euro – y detrás los caballos – la armonización fiscal, etc.-
Por eso, aunque nos sorprenda, lo cierto es que navegamos a la deriva y al Gobierno de España ya sólo se le puede hacer responsable de los movimientos confusos que provoca la desesperación y la incapacidad para transmitir a la opinión pública una idea razonable y creíble del destino final de este calvario.
Explicarse bien es el primer paso para obtener la confianza. Por poner un ejemplo. Explicarse bien es hacer lo contrario de lo que Miguel Ángel Fernández Ordoñez, producto de aquellos gobernantes de la “desaceleración” y de los “brotes verdes”, hizo la otra tarde en el Congreso. Un responsable público, bien formado y bien pagado, que reduce el discurso de esta tragedia financiera que se va a llevar por delante, sin pena ni gloria, el bienestar de muchas familias españolas, a unas coletillas de las que se debe deducir que lo peor es “buscar chivos expiatorios” , una explicación peor que una indecencia.
Debería saber el responsable del Banco de España durante la precipitación de las Cajas y la explosión de Bankia, que chivos expiatorios somos todos los españoles que hemos tenido que soportar sus deplorables conferencias y alegatos sobre la necesidad de flexibilizar el mercado, contener los salarios y aumentar la productividad, y que además de habernos tragado sus peroratas insuficentes ahora, al menos, tenemos derecho de preguntarle si en el tiempo que dedicaba a preparar esos discursos contra los derechos de los trabajadores no debía de haber prestado más atención a cómo desde muchas cajas de ahorro, con toda su obra social como mascarón de proa, se alimentaba nuestro empobrecimiento al mismo ritmo que se repartían beneficios inexistentes. Tan inexistentes como el hielo fugaz de Groenlandia que ha desaparecido tan sorprendentemente como la responsabilidad de lo que nos ocurre.
Editorial Estrella