domingo, noviembre 24, 2024
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La crisis agita la democracia

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Sea o no cierto, en una franja creciente de la ciudadanía se va instalando la idea de que el PSOE gestionó mal el estallido de la burbuja inmobiliaria y su propio desarrollo, que heredó de los tiempos de Aznar, y de que el PP no sabe manejar una economía en recesión. Y a la falta de alternativas, por mucho que UPyD e IU se vayan abriendo paso, van cogiendo cuerpo la abstención o la indiferencia pero también una cierta agitación social. Al menos es lo que se desprende, a grandes rasgos, del barómetro de verano de Metroscopia que publicó el diario ‘El País’, cuyo editorial al respecto ofrece pocas dudas: «una víctima de esta crisis podría ser la propia organización de la democracia, si los dos grandes partidos, que se han alternado en la mayoría de las instituciones, quedaran deslegitimados a los ojos de los ciudadanos».

A la izquierda del PSOE e incluso en su ala más radical se preguntan por qué determinados medios e intelectuales progresistas insisten tanto en el pacto entre PP y PSOE, en vez de abogar por un pacto de las izquierdas. Parten de la base de que si la respuesta al desgaste del PP y al estancamiento PSOE es un consenso a la griega, ambos partidos seguirán multiplicando su desgaste. Por eso no falta quien rechaza frontalmente eventuales acuerdos entre los llamados líderes del desprestigio, teniendo en cuenta que los ciudadanos desaprueban masivamente tanto al conservador Rajoy (69%) como al socialista Rubalcaba (76%).

La solución, acaso la única realista, es un gran pacto social y político -no solo entre partidos-, de manera que los costes de la crisis se repartan de la mejor manera posible, como había sucedido en los ya históricos Pactos de la Moncloa, que hicieron posible asentar la democracia en medio de una crisis económica. En cualquier caso, lo que parece evidente es que Rajoy tiene difícil salir adelante en solitario -de hecho, lo insinuó él mismo en el Congreso-, a pesar de su indiscutible mayoría absoluta.

España, mientras tanto, profundiza en su nueva condición de ser una autonomía de un Estado federal que aun no existe, la Unión Europea, pero que ya da instrucciones a través de Alemania y de sus delegados en la Comisión Europea y en el Banco Central Europeo. Incapaz de sanearse por sí sola, la España de Rajoy precisa ayuda para recuperar su economía e intentar producir a mejores precios, para exportar más y, en definitiva, mejorar la balanza por cuenta corriente. Su única ventaja tal vez sea ahora mismo que es lo suficientemente grande como para que sus socios no la dejen caer del todo, ya que con España también caería el euro, pero esa teoría tan extendida no deja de ser un pobre consuelo.

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José Luis Gómez

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