La crisis no es sólo económica, es también estructural, de inteligencia, de sentido común, de proyecto, de futuro. Andan algunos, pescadores en río revuelto, aprovechando para tratar de cargarse el Estado autonómico en lugar de acabar con las múltiples ineficiencias del Estado y andan los otros tratando de retar al Estado para ver si con ello logran tapar la pésima y hasta corrupta administración de tantos años.
Cuando Cataluña da plantón al Gobierno en el Consejo de Política Fiscal y cuando se escuchan voces en esa tierra pidiendo elecciones para que el próximo Gobierno -de concentración, pero presidido pro Artur Mas- pase del independentismo a la independencia, los políticos demuestran su incapacidad para la autocrítica. Los sucesivos gobiernos catalanes, especialmente los del tripartito de Montilla, han llevado a Cataluña de un lugar de privilegio y de vanguardia directamente a la quiebra y a una pérdida de influencia realmente olímpica. Cuando el País Vasco vuelva a ser gobernador por los nacionalistas, seguramente con el respaldo de los independentistas -salvo que sea al revés, que también es posible-, habremos perdido la oportunidad de que la libertad y la democracia puedan ser reales en esa tierra, que durante tantos años ha vivido, y vive, sin poder ejercerla.
Cuando un Gobierno traiciona sus compromisos, su contrato electoral con los ciudadanos, acaba pagando un alto precio, pero es mucho mayor el que pagan los ciudadanos. Lo presumíamos todos: los ingresos por IVA han caído un 10 por ciento hasta junio -y lo que caerán cuando se aplique la subida del IVA y se retraiga aún más el consumo- mientras que el gasto por la deuda ha subido un 35 por ciento y no parece fácil que esa cifra baje demasiado aunque lleguen, si llegan, las ayudas europeas. Subir los impuestos hace caer el consumo. Lo sabían Rajoy, De Guindos y Montoro, pero han hecho lo contrario de lo que prometieron. Esa carencia de confianza en España ha hecho que para pagar los intereses de la deuda hayamos tenido que reducir las inversiones y las obras públicas. Pero eso genera menos consumo y más deuda. Y no saldremos de aquí si no hacemos otra cosa: lo que Rajoy prometió y no se ha atrevido a hacer.
La mala gestión de la crisis financiera y, especialmente de Bankia, ha llevado a una fuga de capitales de 41.294 millones en mayo, y de 163.185 millones entre enero y junio frente al saldo positivo de 14.000 millones en el mismo período de 2011. Y encima el Gobierno se inventó una amnistía fiscal que no ha traído, seguramente, ni un euro a casa y ha tenido un altísimo coste político y social. Además, el dinero que viene de fuera no llega a la economía real y los emprendedores no pueden crear empleo. Aquí sólo lo destruimos. ¿Hasta cuándo van a seguir evitando un pacto de Estado y traicionando un programa en el que millones de españoles depositaron su última esperanza? ¿Hasta que no quede nada?
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Francisco Muro de Iscar