Mientras Mario Draghi hablaba y dejaba bien claro que el BCE no va a comprar deuda soberana sino que los gobiernos deberán solicitarlo al Fondo de Rescate, en Moncloa, Monti y Rajoy, probablemente estaban tomando el postre, a base de helado, con el que ponían fin a su almuerzo. Al tiempo, la Bolsa española caía en un 5% y la prima de riesgo repuntaba mas de veinte puntos. Las palabras de Draghi cayeron como un jarro de agua fría. La culpa no es solo de la posición del BCE sino del candor con el que recibieron aquellas primeras palabras del máximo responsable del BCE cuando dijo que se haría todo lo posible para salvaguardar el euro. Ni mentó a España y la experiencia debería haber llevado a un entusiasmo más contenido.
Nunca nada en Europa es como parece. Nunca lo que se afirma, bueno o malo, se concreta de manera inmediata. Nunca nada llega a tiempo. Es verdad que Draghi levantó expectativas, pero no es menos cierto que el candor ajeno llevó a convertirlas en poco menos que milagrosas.
Ayer quedó clara la cuestión: el BC no va a comprar bonos, ni va a hacer nada para que los mercados sigan su curso insaciable y desconfiando con España. De nada vale que el FMI valore positivamente las medidas adoptadas por España aunque hace apenas una semana sugería una nueva subida del IVA. De nada vale que el ministro de Finanzas finlandés diga que los mercados están siendo injustos con Italia y se supone que con España. De nada vale casi nada de lo que se hace. Valen más las reticencias finlandesas que han costado al Estado español el pago adelanto de 770 millones de euros y la posición de Holanda que ayer se opuso a la creación del método de licencia bancaria para la compra de bonos. El Norte -no solo Alemania- se impone al Sur.
Cuando se escriben estas líneas aun no han hablado ni Monti ni Rajoy, pero casi da igual. Draghi ha echado por tierra las expectativas de muchos y el camino está trazado. Quien quiera que se le compren bonos en las instancias europeas deben solicitar ese «rescate» -o como quieran llamarlo_pero no sin antes cumplir determinadas condiciones y se concederá o no después de un estudio «frío» de cada petición.
Y aquí viene la duda. ¿Podrá España soslayar la petición de ese rescate?. Personalmente me temo que no. Con mas de 4.5 millones de parados, con la necesidad permanente de buscar financiación, con unos baremos de recaudación que difícilmente se van a cumplir, sin crédito, con ciudadanos ahogados por escasos sueldos y mayores impuestos, sin capacidad para consumir, con autonomías que se rebelan y con la obligación en setiembre de pagar 28.000 millones de euros en intereses, ¿es posible no pedir que nos ayuden?
Se impone el realismo y la humildad. Se impone un dialogo urgente entre Gobierno y PSOE que además de ejercer su legítimo derecho a la crítica, dada la situación de emergencia, esta casi obligado a presentar una alternativa a la política del Ejecutivo que incluyera alguna medida más que el impuesto a las grandes fortunas. Resulta imprescindible que se aparquen diferencias de corto recorrido y parece imprescindible que el Gobierno de Mariano Rajoy -aunque se achicharre en el intento- lance mensajes contundentes y a plazo fijo a quienes pretendan hacer la guerra por su cuenta y que se dirija a los españoles utilizando verbo, sujeto y predicado, sin circunloquios ni tratando de poner tiritas en donde es necesario enyesar. No cabe decir que el Gobierno haya mentido sobre la realidad española. El propio Rajoy, el pasado 11 de Julio, dio un diagnostico duro y claro de nuestra situación. Ahora hay que dar un paso más. ¿Alguien cree que en estas condiciones, España puede aguantar mucho más tiempo? Ni un solo experto lo cree.
Hay un antes y un después desde ayer al mediodía. El después comienza hoy mismo y ese después -ojalá me equivoque- nos conduce de manera casi inexorable a hacer lo que no que a nadie le gustaría tener que hacer que no es otra cosa que reconocer que así, como estamos y en soledad, no podemos.
Charo Zarzalejos-Estrella Digital
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Charo Zarzalejos