España se desploma. No es un juego de palabras, es un hecho objetivo. La prima se vuelve a ir por las nubes, la Bolsa baja a los infiernos. Draghi traicionó las expectativas, y los inversores provocaron la mayor caída de la Bolsa. El diferencial con Alemania – la prima de riesgo de nuestra deuda- se dispara a los seiscientos puntos.
La verdad es que los puntos son de carácter relativo, los intereses son espeluznantes, y son de carácter objetivo. Con cuatrocientos puntos cambiamos la Constitución. Con casi setecientos habló Draghi. Con la nueva intervención el índice pivota de nuevo por cifras que hace unos meses hubiéramos considerado insoportables.
Rajoy resiste. Lo hace esquivando la artillería mediática. En España los medios no son libres, pertenecen a las capillas que los gestionan. Las preguntas incomodas tienen un recorrido relativo; los propagandistas ocultarán la situación como han ocultado los datos de la EPA.
Pero la verdad es la que es, la diga Agamenon o la publique su porquero. Y la verdad es que Rajoy multiplica su silencio. Quizá hable hoy tras el consejo de Ministros. Vendrá una nueva cascada de eufemismos.
En el laboratorio de los argumentarios están fabricando un nuevo lenguaje, la antesala de otro idioma. Uno complejo, disruptivo, que no entendamos. Van a deconstruir el español no por la vía autonómica como algunos temen, lo harán por la vía económica. El asunto es eludir tres palabras clave: rescate, condicionalidad, intervención.
El rescate es el reconocimiento del descontrol y la falta de mecanismos de solvencia propia para resolverlo; la condicionalidad es la pérdida definitiva de soberanía, la intervención es la síntesis de ambas cosas: un país sometido al dictado de funcionarios de la troika, de bancos europeos, de gobiernos de otros países. ¿Era esto la construcción europea? Preguntemos a los griegos.
A estas alturas, uno teme, además del engaño del lenguaje, el fortalecimiento de la evidencia del fracaso: fracaso europeo, fracaso español fracaso del gobierno, fracaso de la oposición.
España se desploma: los partidos del turno la empujan hacia el suelo.
Y los símbolos no ayudan a mejorar la idea que debemos tener de nuestro futuro. El Rey se da de bruces contra el suelo; la bandera de España más grande, el símbolo grandioso del patriotismo se cae a los pies del mástil. Menos mal que siempre podemos decir que España cuando hace aguas se lleva una medalla.
Menudo verano
Rafael García Rico