sábado, noviembre 23, 2024
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Ana Pastor, la periodista

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Nunca pensé que el cese de una periodista en un programa de televisión levantara tanto barullo, cuando ese hecho es algo normal en la profesión. Por eso, la algarabía que se ha montado por el cese de la periodista Ana Pastor como presentadora del programa ‘Los Desayunos’ de TVE me parece obsceno. Lo de la izquierda en esta España del desatino es para nota. Los titulares y comentarios de algunos diarios sobre el tema son estrambóticos.

Y es todo desmedido porque, si Ana Pastor fue nombrada a dedo para conducir ese programa, a nadie debería alarmarle que la cesen a dedo. Eso es, a fin de cuentas, algo que nos enseñó Alfonso Guerra hace muchos años junto a su cabo de vara, el inefable José María Calviño.

Aquella parejita nos enseñó que, en RTVE, la radio y la televisión se hacen para los jefes. Que allí todo es un problema de gusto y confianza, con lo que Julio Somoano no ha hecho otra cosa que aplicar aquella vieja teoría. La misma que aplicó Fran Llorente, ese gran discípulo de aquellos grandes prebostes socialistas de la comunicación.

Pero, en cualquier caso, lo que más me llama la atención es esa definición que Ana ha hecho de sí misma diciendo que la han cesado por ser periodista. Curiosa muestra de soberbia. Creo que debería haberse tapado un  poco. Sobre todo si pensamos que lo único que ha hecho es ser una borde en las entrevistas que hacía, confundiendo buen periodismo con agresividad-morbo, ya que la entrevista a Mahmud Ahmadineyad y la caída del velo que se había puesto fue otra cosa.

Sin ánimo de entrar en polémica sobre si aquella entrevista estaba pactada o si la caída del pañuelo fue una brillante puesta en escena, lo que habría que cuestionarse es la raíz de la entrevista: ¿había alguna necesidad de entrevistar a este impresentable personaje en un medio público sin ninguna percha aparente? Sinceramente, creo que aquella entrevista fue un brindis al sol perfectamente diseñado como marketing.

Por lo demás, solo deseo que le vaya bonito en la profesión.

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La sonrisa de la avispa

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