Para saber de verdad lo que piensan Otegui y su troupe batasuna hay que esperar tan solo a que se pasen de txiquitos o que piensen que no les oye nadie, de «fuera». Entonces les sale sin tapujos el etarra que llevan dentro y que cuando saben que les miran y oyen disimulan como zorros. Le pasó al que andaba de asesor por el Ayuntamiento de San Sebastián, que sobrado de vino, en cuanto vio que alguien se atrevía a demostrar alegría porque había ganado la selección española de fútbol se lió a voces de Gora ETA y a amenazar con pegar dos tiros. Todo muy constitucional y democrático, a juicio de Pascual Sala y su collera en el Tribunal que legalizó la infamia.
En la cárcel, el supuesto hombre de paz, y figura señera del ambiente, Arnaldo Otegui, adoctrinaba a los suyos con «tolerancia cero» al saber que hasta en Elgoibar había gentes que jaleaban los goles de la roja. Y no en su caso y para que no los observaran. ¡En los bares!. La tolerancia cero de estos individuos ya sabemos en que consiste. Como la consideración que les deben aquellos a quienes sus pistoleros echaron a la fuerza del Pais Vascos. Esos son la «txacurra» (perros, dirigido habitualmente a los miembros de Cuerpos y Miembros de la Fuerzas de Seguridad) y sus «putas familias». Esa es la reconciliación que proponen y esa la senda que piensan transitar: la exclusión y silenciamiento, por las buenas o por las malas, de todo aquel que no se pliegue a su voluntad. A la voluntad de ETA para que vamos a engañarnos.
Pero tienen que tener cuidado con el vino «In vino, veritas» decían los latinos y los batasunos han demostrado dos mil años después que a pesar de no haber sido romanizados sus antepasados el aserto les cuadra perfectamente. Vamos que han sido la más clara demostración empírica de su razón y acierto.
Pero otros por aquí que también parecieran haber bebido siguen empeñados en que estos chicos se han hecho buenos, que se han trasmutado de la noche a la mañana en ciudadanos cumplidores de la ley y en preclaros demócratas. Vamos que Zapatero los invitaba junto con la Merkel a Lanzarote, les explicaba todo en una tarde, y los dejaba a la alemana y a los proeatrras amansaditos para siempre. La una al día siguiente se ponía comprar nuestra deuda como una loca y los otros, tras ver la luz con sus palabras, se convertían en santos, devotos y arcangélicos hombre de bien y de paz. Vamos que todos junto al cielo, a contar nubes. Pero cuidado que allí no haya txiquitos que como se pasen con ellos se lían a tiros con San Pedro.
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Antonio Pérez Henares