Hay una parte de la conversación entre Obama y Rajoy que nunca conoceremos pero que es fácil intuir. Se supone que entre mandatarios y más cuando hay confianza y buen traductor de por medio se acaba de manera relajada. En esas circunstancias no sería de extrañar que Rajoy y Obama concluyeran hablando de otros asuntos: «Los niños bien, ¿y los tuyos?».
No todo es tensión y oficialidad, no estamos en los tiempos de la guerra fría, es más seguro que el antiguo teléfono rojo de la mesa del presidente ahora se utiliza para llamar y que traigan una pizza. Hace cincuenta años fue otra cosa, entonces vivíamos entre la tensión mundial de la crisis de los misiles y la tensión sexual de Marilyn que le cantó cumpleaños feliz a JFK delante de su mujer, con un par y generoso escote.
Los niños bien, y tal vez Obama le contase a Rajoy que la pequeña tiene problemas con las matemáticas y nuestro presidente le recomendara que le pusiera un profesor de refuerzo. Los niños bien y en confianza Rajoy le podría haber contado que las vacaciones en familia son un rato aburridas, y Obama le podría haber confiado que tiene a la familia política en la Casa Blanca y que a pesar de ser un sitio muy grande también comen espacio.
Los niños bien y luego esos tópicos del verano en los que se habla de la vida de chiringuito, el sabor del melón después de una buena paella, y el sueño que dan las películas del oeste que empiezan a las tres y media. Estas materias de conversación son universales, funcionan siempre. Este año podemos añadir lo de la nave en Marte con tecnología «made in Spain», de eso podemos presumir sin cortarnos un pelo.
Es una lástima que nos perdamos los detalles que humanizan una relación y seguro que aliviarían la tensión de los mercados. Imaginemos que Obama, (muy al tanto de lo que ocurre en España), fuera un confeso «morantista» y Rajoy más partidario de José Tomás, ¡cómo podría describir nuestro presidente la tanda de naturales que le dio el de Galapagar al segundo toro en las colombinas de Huelva! Hasta sería lógico que hubieran hablado de los Juegos y del baloncesto al que ambos son tan aficionados diciendo uno a otro que se iban a ganar en la final.
Si los «obamitas» están bien y Michelle tiene ganas de volver a Granada a pasear por La Alhambra ahora que han recuperado el patio de los Leones entonces es que nuestras relaciones son fluidas, cordiales y alejadas de los soponcios de la deuda. Se supone que de todo esto nos enteraremos cuándo Moragas escriba su biografía, de momento con especular de qué hablaron podemos pasar un rato estupendo en el chiringuito.
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Rafael Martínez Simancas