Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda (Sevilla) y diputado en el Parlamento andaluz, es un personaje de otro tiempo. Un esperpento del siglo XIX. Un bufón al que le han reído las gracias por su extravagancia durante mucho tiempo pero que, esta vez, se ha pasado de rosca. Porque robar en un supermercado no es gracioso. Ni siquiera es una extravagancia. Es un delito. Un robo con todas las de la ley porque, además, los ‘pacifistas’ del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), al que pertenece el inefable Sánchez Gordillo, han usado violencia en las personas para llevarlo a cabo, agrediendo a los empleados.
El SAT es otra de esas reliquias del XIX que aún anda por la vida reivindicando la reforma agraria. Igual que la vieja Falange de José Antonio Primo de Rivera. Pero, hasta ahora, el SAT lo hacía con actos simbólicos. Hace unos años, después de cobrar el PER se dirigía a una finca y la ocupaba. Y aquello era noticia en las páginas de la nostalgia de los periódicos. Como el allanamiento de fincas ya ni siquiera es noticia para melancólicos, entran en un supermercado y lo roban. Como gesto, dicen los caraduras.
Si Sánchez Gordillo y su jarca habrán perdido el norte que, encima, roban en Mercadona que es una empresa que en 2011, por ejemplo y pese a la brutal caída de empleo, creó más de 3.000 puestos de trabajo fijos. Porque en esa empresa el trabajador es fijo desde el primer día. Y de esos 3.000 empleos, 1.100 fueron creados en Andalucía. Y de esos 1.100, más de 300 en la provincia de Sevilla.
Es más, esa cadena de supermercados, genuinamente española, dona más alimentos al Banco de Alimentos, a ONGs y a Cáritas en un año que todos los que puede consumir el SAT en 20 y todos los que pueda robar Sánchez Gordillo en 30 años más.
En fin que este bandolerete trasnochado se ha pasado tres pueblos con su bufonada y espero que termine pagándolo.
Por supuesto, que lo pague por la misma razón por la que lo ha hecho: como gesto. Gesto ejemplar, por otra parte. Ya que de lo contrario todo puede terminar siendo un cachondeo de proporciones impensables.
¡Qué imagen tercermundista hemos dado al mundo!
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La sonrisa de la avispa