Rupert Murdoch es un poco menos rico y poderoso. El escándalo de las escuchas del sensacionalista The News of The World le ha costado 224 millones de dólares en gastos legales y otros 125 en marketing. Ha hecho tambalear su imperio de comunicación, truncar la continuidad dinástica al frente de News Corporation y, junto a la crisis de la prensa, ha precipitado la división de su empresa en dos compañías, una de entretenimiento (televisión y cine) y otra de prensa. La reestructuración ha supuesto unas pérdidas de 2.800 millones de dólares en el último año para el mayor conglomerado de medios del mundo.
Es el enorme coste económico del exceso de sensacionalismo, al que se une la sospecha sobre una gran parte del periodismo, la revelación de los intereses excesivamente íntimos entre periodistas y políticos, y el descrédito general de una prensa que vive sus peores momentos. Una lección a la que no es ajena la prensa española, sin diarios sensacionalistas (declarados) pero siempre tan ligada al poder político.
Las peripecias de Murdoch siempre han sido un ejemplo para el resto del negocio de la comunicación en el mundo. Capitaneó la revuelta de los magnates del papel contra los tipógrafos e impresores para modernizar los diarios en los años 70, combinó la prensa de prestigio con la dedicada a ser un producto de gran consumo como nadie durante cuarenta años y lideró la revolución de la televisión dos veces: la de pago con la creación de BSky en Gran Bretaña -con su dominio de los derechos del fútbol en televisión- y la de las cadenas en abierto con la combativa y populista Fox en Estados Unidos.
Los últimos años Murdoch se ha convertido en un inmigrante digital. Apostó antes que nadie por las redes sociales con la compra de MySpace, lanzó el primer diario para iPad y cerró al pago las ediciones digitales de The Times y The Sunday Times.
Pero el mercado digital se resiste a los magnates de la prensa. Con MySpace ha perdido más de 254 millones de dólares al revenderla. The Daily, su diario para iPad, despide a un tercio de su redacción sin conseguir atraer a los usuarios esperados y el futuro del negocio de pago digital aún es incierto.
Su gran cadena de diarios en Australia está en bancarrota y sólo The Wall Street Journal triunfa en el mercado de la información financiera global.
El sensacionalismo y el respaldo a políticos como Margaret Thatcher, Ronald Reagan, los dos Bush, Tony Blair o al actual primer ministro británico David Cameron ya no blindan los negocios del último barón de la prensa.
Sus penas anuncian la caída de tantos en un mundo con otros dueños.
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Juan Varela