El maratón es el broche de oro de los Juegos Olímpicos. No sé si Rajoy estuvo de incógnito en la capital británica, también en el baloncesto, porque es lo que de verdad le hubiera gustado, o si no se atrevió por el qué dirán. Si le sacan una foto en Londres, se arma, lo que no deja de ser una estupidez. Tampoco sabemos si ha estado pensando en cómo sacar a España de la crisis o si se ha ido a Galicia para poder ver todas las retransmisiones de las Olimpiadas tranquilamente sin que le llamen Soraya, Luis de Guindos o Cristóbal Montoro.
En todo caso, tendrá que volver a Madrid, mal que le pese, para hacer frente al otoño más caliente de la democracia. Los que predijeron la crisis hace cinco años, dicen que en 2013 va a llegar «la tormenta perfecta», es decir que va a llover lo que no está escrito y no precisamente agua. Con el PSOE apuntándose a lo que sea, con Llamazares y Sánchez Gordillo defendiendo «el robo popular», – que ya tiene imitadores-, con Artur Mas y los suyos retando a Rajoy, hasta con sus barones amenazando desbandada y con el paro desbocado, esto no lo arreglan ni seis docenas de medallas olímpicas. Dan ganas de correr como Bolt pero en dirección contraria.
España se parece mucho a la catástrofe del atletismo -nunca hemos hecho un mayor ridículo- y seguramente hay que dar más juego a las mujeres, que son las que han salvado el palmarés. Ya no se puede vivir de las rentas y como éstas van a ser cada día más escasas, el panorama que se adivina para el deporte español, como para la cultura, la investigación, la justicia, el Estado del bienestar, la dependencia o las carreteras es de una pobreza cercana a la miseria. Como no nos salve Europa.
Rafael Miranda, un burgalés listo, ex consejero delegado de Endesa, dice que «tenemos que convertirnos en los alemanes del sur de Europa», pero una cosa es decirlo y otra hacerlo. Para eso tendríamos que ser alemanes, trabajar como los alemanes y gastar como los alemanes. Aquí lo más parecido a Angela Merkel es Esperanza Aguirre, pero no creo que Esperanza fuera la salvación, todo lo contrario, para España, pero tampoco creo que lo sea Rajoy.
Aquí la única solución es un pacto de Estado entre los partidos, los sindicatos, la patronal y las comunidades autónomas, una renuncia a los pequeños intereses y una apuesta por el bien común. Ya no se habla del bien común, tal vez porque la mayoría de los ciudadanos sólo piensan en el bien de cada uno. Así nos va. Cuando el mundo camina hacia la globalización, resurgen los nacionalismos y el sálvese quien pueda.
Lo malo es que siempre se salvan los más fuertes, los más ricos, los más poderosos y siempre pagan el pato los más débiles, los que menos tienen. Disfruten del verano mientras puedan.
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Francisco Muro de Iscar