Asombra que un registrador de la propiedad ignore tan abrumadoramente el sentido de ésta. El señor Rajoy, que lo es del Registro de Santa Pola, bien que en una extraña situación de semi-excedencia según tengo entendido, piensa que el Gobierno que preside puede arrebatar o incautarse las propiedades de centenares de miles de españoles por el procedimiento de escamotear los ahorros que tenían depositados en las Cajas que hoy están enteramente en manos del Estado. Nunca dejará de sorprendernos el señor Rajoy.
Se dice que la salud y el dinero son los asuntos más sensibles para las personas, siquiera porque sin ellos se vive muy mal o no se puede vivir en absoluto. El amor es otra cosa, también se vive fatal sin él, pero se conoce que la gente le encuentra sustitutos y sucedáneos. Pues bien; el Gobierno de Rajoy está metiendo demasiado, demasiado brutalmente, la mano en la salud y en el dinero de los ciudadanos: de una parte, asesta golpes terribles a la Sanidad Pública y pretende expulsar de ella a los «sin papeles» que enferman, y, de otra, retiene el dinero que los antiguos clientes de las Cajas creyeron invertir en depósitos tradicionales y seguros, y que entregaron, en realidad, a la insaciable codicia de un «cartel» bancario sin conciencia.
Por el morro, el Gobierno de Rajoy, probablemente el peor de los muchos infaustos que España ha padecido, pretende birlar, «quita» lo llaman, una parte sustancial de lo que tantos trabajadores honrados tardaron una vida en reunir. Parece mentira que un registrador de la propiedad ignore el elemental principio jurídico de la inviolabilidad de la misma.
El próximo viernes, día 24, el Gobierno va a presentar el famoso Memorándum que contiene, entre cosas, el chanchullo alegal que le permitiría hacerse con los ahorros de las personas decentes, y todo para contentar a sus prestamistas. Feo asunto. Aunque el siglo XXI registrará probablemente otros muchos, éste de las Participaciones Preferentes es el más brutal, el más grave, de lo que levamos de él. La gente no va a dejarse, faltaría más, pues de cleptocracia están los españoles hasta las narices. Pero qué extraño, y qué inquietante, éste registrador de la propiedad.
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Rafael Torres