lunes, noviembre 25, 2024
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Despertar a la Universidad

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Nuevamente se ha publicado el ranking que elabora la Universidad Jiao Tong de Shangai (China) sobre las mejores Universidades del mundo y las españolas se quedan fuera incluso del top 200. Entre el 201 y el 300 están la Autónoma y la Complutense de Madrid y la de Barcelona. En la siguiente centena, las de Valencia, la Autónoma de Barcelona, la del País Vasco y la Politécnica de Valencia. Y en el top 500 aparecen cuatro más: Granada, Pompeu Fabra, Vigo y  Zaragoza. Este ranking tiene muchas críticas porque parece sesgado hacia las Universidades anglosajonas, pero en ninguno de los que miden la calidad de las Universidades del mundo, las españolas están mejor valoradas. Y en todo caso, tener sólo once -de las 75 existentes- entre las 500 mejores del mundo es sólo una constatación de la realidad: la Universidad española es un dinosaurio dormido desde hace décadas, tal vez siglos, al que nadie se atreve a despertar.  

No es que no sepamos enseñar ni montar centros de máximo nivel. Todo lo contrario: el IESE, el Instituto de Empresa o ESADE, por sólo poner tres ejemplos, están entre las 10 mejores Escuelas de Negocios del mundo en todos los rankings. Claro que es posible hacer una enseñanza de máximo nivel con profesorado de calidad, métodos modernos y reconocimiento internacional. ¿Qué falla entonces? Un montón de cosas. El encerramiento de la Universidad en sí misma, la endogamia perpetua, la falta de competencia, el disparatado número de Universidades, el dispendio de los recursos, la falta de control sobre la calidad de la enseñanza y del profesorado, por no hablar de la permanente rebaja del nivel de exigencia intelectual o del excesivo número de estudiantes, que hasta este curso podían permanecer en la Universidad años y años a costa de todos los contribuyentes, aunque demostraran su nulo interés por estudiar y aprobar.

Hasta Antonio Gala hablaba recientemente del mal que ha supuesto la escasa atención a la formación profesional «a favor del aumento de Universidades tan atractivas como perjudiciales a la larga». Unas Universidades que deberían formar buenos profesionales y que tampoco lo hacen, pero que, sobre todo, están de espaldas a la sociedad y no tienen peso alguno en la salida de la crisis ni forman líderes éticos e intelectuales como demanda imperiosamente la sociedad.

Hay que mejorar con urgencia un sistema ineficiente, mal gestionado,  que no se somete a ninguna evaluación o control interno y que suspende todas las evaluaciones externas, sea con el criterio que sea. Hay que introducir un cambio profundo que abarque la selección y evaluación permanente del profesorado, la mejora de la gestión, el control de  calidad, la exigencia a los alumnos y la competencia entre Universidades para que sólo se financien por los contribuyentes a las que cumplan unos mínimos objetivos y a los estudiantes que estudien, sean del grupo social que sean. En suma despertar al dinosaurio antes de que se momifique definitivamente.

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Francisco Muro de Iscar

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