domingo, noviembre 24, 2024
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Los políticos se esconden

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Los políticos a los que nos gustaría ver, se esconden. Los que no nos interesan lo más mínimo, multiplican las apariciones en sus escasos minutos de gloria veraniega.

No somos un país de grandes líderes, desde luego, pero aún así se echa de menos la escasa presencia de los políticos cuando llega la hora de los problemas.

Por algún extraño fenómeno paranormal desaparecen sin dejar rastro alguno de su presencia, y eso que suelen ser los mismos que prodigaban su aparición hasta límites insospechados o, por decirlo con menos recato, hasta el ridículo.

Hace no tanto, cundían los cocidos de Lalin, las sidras y los puños en las campas de Rodiezmo, las comidas de fratría, los paseos populares por los circuitos de masas.

Éste es un país de verbena de la Paloma, de Ventas en los caminos, de mesón, chiringuito y kiosko de bebidas; de chigres, tabernas y espichas.

España es un país de verano: de cuadrillas, pandillas, pasacalles y fiestas populares. Nos gusta andar por la calle. La guerra nos pilló haciendo corrillos de noche y ante el botijo. Hacemos encierros y nos juntamos en las plazas, que son redondas más para vernos unos a otros que para poner en el centro al torero. Venimos de corralas, de barrios de puerta abierta y olor comunal a puchero. Somos más de pueblo que de urbe, por eso cuando nos dejan huimos a la aldea a reencontrarnos con el paleto que todos llevamos dentro para ponérnoslo por montera.

Nos gusta ver y que nos vean. Vamos calle Mayor arriba, calle Mayor abajo. Nos sentamos en los bancos, -allí donde no era alcalde el infumable ministro de justicia, que los quitó, con majadería que también es muy propia del lugar-, miramos y paseamos donde haya otros a los que ver, de los que hablar y que nos vean.

Somos así, nos gusta serlo, que es lo más duro. Nuestra naturaleza antropológica nos define; somos animales sociales, cotillas, buscones, burladores; somos de cal y de arena, de Benidorm y Torrevieja, o de Marbella que es lo mismo con posibles. Allí se va a los restaurantes a pagar el sobreprecio de ser visto con la compensación de poder ver, y de paso engullir algún timillo congelado.

Pero este año los políticos se han quitado de en medio; ya ven, todo el año deseando que se vayan y ahora, cuando se esconden, nos entra la alarma social por sus ausencias. Sonada la de Cañete, en tardes de toros, al decir de alguno, mientras España ardía; Rajoy ya no se prodiga, vive en estado de ausencia permanente y de Rubalcaba se sabe que había una sombra parecida paseando por las playas de Llanes.

Se han ido; no están. De los autonómicos ni opino, salvo de Aguirre, cuya ausencia golfista la define en lo que es y en lo que vale, como le ha recordado Tomás Gómez, su mayor problema; la de Juan Vicente Herrera, a pie de obra, luchando contra el fuego y a Patxi López que no solo no desaparece sino que además anuncia elecciones al parlamento vasco.

Curioso Patxi: alegra verle, la verdad. Y dando la palabra a su pueblo. ¡Olé! ¿O eso no se dice ya? En este país se esconden hasta las exclamaciones. Ya ven, yo, en el jardín del Edén, no.

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