«Si lo llego a saber, me quedo», debió pensar Mariano Rajoy a su regreso de sus parvas vacaciones en Doñana. Y, no es para menos, visto el desolador panorama económico, y, como consecuencia, político, al que se enfrenta el Gobierno de cara al último cuatrimestre de este «annus horribilis».
La estadísticas con los datos de la marcha de la economía solo traen malas noticias: el PIB ha caído un 1,3% en los últimos doce meses (el 0,4 en el segundo semestre), y los previsiones acerca de la salida de la recesión alargan el ciclo.
Algunos expertos achacan ya a la subida del IVA la contracción del consumo y, por lo tanto, la aparición de un nuevo factor que se añade a otros que están en el origen de la disminución de la actividad económica que aborta la creación de empleo.
Es un factor más. El primordial sigue siendo la falta de crédito bancario que estrangula la vida de las pequeñas y medianas empresas obligando a muchas de ellas cesar en su actividad lo cual provoca nuevas partidas de desempleados que alimentan el círculo infernal del que no se avizora forma de salir a medio plazo ni siquiera mediante el dichoso rescate.
Porque, digámoslo con claridad: el rescate que se anuncia como inevitable y que algunos, incluso proclaman como deseable, a corto plazo, va a provocar un incremento del número de parados. Miles de despidos de trabajadores de la función pública que no gozan de la condición de funcionarios a los que se sumarán los procedentes del cierre de decenas de empresas estatales, autonómicas o municipales.
La experiencia sufrida por Portugal, Irlanda y Grecia así lo indica. En el Gobierno malviven con esa preocupación y de ésa desazón nace el impulso que ha convertido la agenda de la «rentrée» de Mariano Rajoy en un carrera contra reloj: encuentros con Van Rompuy, Hollande y Merkel.
¿Objetivo? Que quienes mandan en la UE (Alemania y Francia) se avengan a suavizar las condiciones del rescate dando por buenas las medidas tomadas ya por el Gobierno. No será fácil porque el BCE, el FMI y los funcionarios de Bruselas -la «troika» de la que salen los «hombres de negro»-, en el paro solo ven estadísticas, no un drama cotidiano para, en el caso de España, más de cinco millones de ciudadanos.
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Fermín Bocos