Ha dicho el presidente del Gobierno que no volverá a subir el IVA. No todos los españoles han creído sus palabras. A nadie debería sorprender esa desconfianza visto que hace un año, cuando todavía estaba en la oposición, criticaba con dureza la subida de este tipo de impuestos. Más aún: los consideraba -son palabras textuales-, el «sablazo» que los malos gobernantes dan a los ciudadanos.
Con el cambio de mes entra en vigor la última subida de IVA, un impuesto que grava directamente el consumo. Visto que estamos en plena recesión y con el crédito bancario en estado poco menos que de catalepsia , la subida de un impuesto que encarece el precio de las cosas viene a ser algo así como dar una patada a un cojo y pretender que el golpe le ayudará a caminar más de prisa.
Llevamos ya cinco reforma de la economía desde que se inició la crisis. Tres con el sello del PP y la firma de los ministros De Guindos y Montoro. Hasta la fecha, la ninguna ha resultado. Las de Salgado con Zapatero en La Moncloa porque llegaban tarde y las de Rajoy -aunque todavía es pronto para establecer un balance- porque parece que habiendo acertado en el diagnóstico no han dado con el tratamiento.
El Estado necesita dinero para hacer frente al pago de los intereses de la deuda y el Gobierno ha optado por lo más fácil: subir impuestos y recortar el salario a los funcionarios. A la vista de que pese a la subida de impuestos ya en vigor no salen las cuentas, tengo para mi que la promesa del señor Rajoy sobre el IVA habrá que ponerla en cuarentena.
No me cabe duda de que cuando lo dijo fue sincero; pero, tengo para mí que esa ha sido la única verdad de la mentira porque nadie confía en que, dadas las circunstancias, pueda mantener su compromiso. Y, ¿en qué lugar quedará su credibilidad? A día de hoy, no creo que le preocupe en exceso. Los políticos cuentan con el tiempo como aliado; el tiempo que borra o enturbia la memoria.
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Fermín Bocos