viernes, noviembre 29, 2024
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La jugada gallega

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Es un lugar común señalar el triunfo del PP y de Alberto Núñez Feijóo por mayoría absoluta en Galicia, desalojando al bipartito PSG-BNG del poder, como el inicio de la carrera electoral triunfal de Rajoy. Pocos parecen recordar sin embargo que la suerte de ambos -amigos en lo personal y en lo político- pendió aquella noche de un hilo y que durante buena parte de la tarde parecía que este se había roto y su suerte corría más que peligro. De hecho, había ya discursos escritos e intervenciones de prensa previstas pidiendo la dimisión del contestado líder popular al que se achacaba incapacidad de rentabilizar electoralmente los desastres socialistas.

Las encuestas previas, las israelitas a pie de urna y hasta los primeros resultados dejaban al PP lejos de los 38 diputados necesarios en Galicia y lo hundían además en Euskadi donde el alejamiento de María San Gil y la publicada desazón de Mayor Oreja abrían dolorosas grietas. Al final unos tuvieron que guardarse las proclamas, otros respiraron tranquilos y Rajoy tuvo la senda despejada primero hacía el poder municipal y autonómico y luego hacia Moncloa.

Hoy vuelven a ser Galicia y Euskadi piedra de toque de la estabilidad del presidente y su gobierno. Lo del País Vasco, con los proetarras legales y crecidos y el ministro del Interior y los jueces dándoles mimos, tiene otros añadidos todavía más preocupantes pero que trascienden el resultado de los populares que se conforman con no perder demasiado en el envite. Los socialistas, por su lado, saben que la autonomía la tienen más que perdida aunque buscarán amarrarse a las migajas con el pacto que sea.

La jugada política es, sin embargo, la gallega. Y el adelanto electoral la primera carta que Feijóo y Rajoy han echado a la mesa. Sabedores ambos de que soltarla es arriesgado y les pueden ahorcar el triunfo. Pero conocedores también que mejor jugársela ahora que mañana donde precisamente no va estar mejor la cosa.

El presidente gallego tiene, a pesar de que carga con la crisis general y el cabreo generalizado, una gestión que ofrecer. Ha logrado que le salgan las cuentas y, aunque presumir de lo que no se gasta es algo a lo que los electores no están nada acostumbrados, el presentar un balance de austeridad y ahorro puede que alguien lo tenga en cuenta en medio de los agobios y rescates de otros. Pero hay más, Feijóo tiene como mejor baza, el desorden de unos rivales a los que ha pillado con el pie cambiado. Los socialistas se han olvidado las primarias y han tirado con lo que tenían que es Vázquez y que no es mucho. Claro que tal vez ha sido lo mejor que pudiera pasarles si entra en danza Pepiño Blanco y se la lía. Liada la tienen en el BNG, escindidos en dos mitades enfrentadas y con el histórico Beiras viendo de probar la Syriza gallega con los de IU.

Claro que el electorado del PP tampoco está tranquilo. La principal amenaza, amen del desgaste gubernamental, proviene de Mario Conde, que cumple al fin y tras la cárcel, su viejo sueño de aparecer como redentor político y las sospechas se centran en su cabildeos con los Baltar orensanos. Rosa Díez, aunque en esa tierra bastante capitidisminuida y buscando el mismo voto que el exbanquero, también puede arañar votos muy necesarios.

Porque la jugada es arriesgada. No son fácil los 38 escaños, aunque la vez anterior fueran 39 en primera instancia (uno se perdió luego en las sacas emigrantes) y el adversario esté bastante enmarañado y de mucho crédito no goce. Ganar la partida significaría un gran balón de oxigeno, un refrendo no solo a Feijóo, que emergería como bastante más que un líder autonómico, sino más aún a Rajoy que como la vez anterior también va en la papeleta aunque no vaya. Conservar Galicia supondría, y más tras lo sucedido en Andalucía, un inmenso respiro en la atribulada grey de los «peperos». Pero perder ese gobierno sería, por contra, el peor de los batacazos y se entendería como el punto de inflexión definitivo del poder «popular» en España. Esa es la tradición gallega desde que Fraga le ganó allí a la UCD y desde que el tándem Rajoy-Feijóo derrotó al PSOE: ser la campana que anticipa las victorias o la que empieza a tocar a clamores. Pero lo que los dos amigos gallegos han tenido claro es que lo que haya de sonar que suene y cuanto antes porque en este caso cuanto más esperen peor iba a ser el tañido.

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Antonio Pérez Henares

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