Por fin he conocido, en primera persona, una de las causas por las que ninguna universidad española está entre las doscientas mejores universidades del mundo, aunque ello quiera decir, sin eufemismos, que la universidad española sea una castaña pilonga. Algo normal, por otra parte, si somos capaces de dar al mundo un espectáculo tan deplorable como el que se dio ayer en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Curiosamente, la universidad española que consiguió el pasado mes de agosto la puntuación más alta de esa clasificación, alcanzando el puesto 201, según el Academic Ranking of World Universities. Una pena.
Y es que el acto solemne de apertura del curso 2012-2013 de las seis universidades públicas madrileñas, que iba a tener lugar en la Facultad de Medicina de la UAM, quedó cancelado después de que, durante media hora, no cesasen los gritos, pitidos y consignas chilladas por profesores y estudiantes presentes en dicho acto. Profesores, dicho sea de paso, sin pinta de profesores y estudiantes con poca pinta de estudiantes. Y digo esto porque, aparte de su vestimenta inadecuada, ni siquiera fueron capaces de respetar un simbólico acto académico que no tenía que ver nada con sus curiosas reivindicaciones.
Me cuentan, para descargar su barbarie, que los sindicatos CCOO, FETE UGT y CSIF Universidades habían convocado a su gente, a la entrada del aula donde se iba a desarrollar el acto, para protestar por los recortes ya que pensaban que acudiría la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Algo alevoso, por cierto. Al final, la señora Aguirre no fue. Pero dio igual porque, en el fondo, lo que querían estos curiosos profesores y estudiantes era montar el pollo y lo montaron.
Lo más triste es que los sindicatos han considerado un éxito el hecho de reventar un acto académico al impedir los discursos de algunos catedráticos, algo que era sagrado hace unos años. Ni siquiera permitieron que se cantase ‘el Gaudeamus Igitur’. Posiblemente, porque los ‘destroyers’ no sabían, siquiera, lo que significa.
Pero qué se puede esperar de esta gente… Nada. Son ‘mandados’ por los que no quieren entender que los recortes del Gobierno son absolutamente necesarios. Y que, además, no son tan graves como dicen. Hasta ahora los universitarios pagaban como máximo el 15% del coste de su carrera y lo único que se ha hecho es ampliar la horquilla hasta el 25%. Lo que supondrá un incremento medio de unos 500 euros por curso, dependiendo de la universidad y la titulación elegida. Una ganga comparada con otras universidades públicas europeas.
Y, por supuesto, por los que no quieren entender, tampoco, que sobran universidades y, sobre todo, que sobran universitarios. De hecho, tenemos el doble que Alemania, con la mitad de población, y triplicamos su tasa de paro universitario. No hay mayor ejemplo de ineficiencia. En parte, debido también a que la selección del profesorado está basada más en afinidades políticas que en capacitación académica. Y, además, a que muchos estudiantes eternos vagan por ella entorpeciendo a los que quieren estudiar. Pero estas dos últimas circunstancias son temas interesantes a desarrollar otro día.
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La sonrisa de la avispa