La presentación del proyecto de Eurovegas con luces de neón, bombos, platillos y toda la fanfarria berlanguiana, se cayó de la agenda de Esperanza Aguirre.
La noticia de que la presidenta esperaba dar con toda la fanfarria habitual en el debate del estado de la nación se fue a pique desde que el prolífico Tomás Gómez despejara la incógnita de su segura instalación en Madrid. Aun así, la presidenta de la operación casinos se regodeará de lleno en el éxito que su intuición certera adivinaba desde hace días.
Ahora, el espectáculo del anuncio pasa a ser de uso exclusivo de Adelson para que su repercusión pública contribuya a la cotización de sus negocios en la Bolsa americana.
La presidenta se reservará una parte considerable del partido provechoso que espera sacarle para que el debate del estado de la región de los próximos días 11 y 12 en la Asamblea de Madrid se produzca a su antojo y conveniencia. Es decir, evitando que el eje informativo de las sesiones sea sobre el déficit oculto de la Comunidad y las políticas de recortes que han puesto en solfa a la función pública madrileña.
Sheldon Adelson no es más que otro conejo en su chistera, una oportunidad para distraer del mal gobierno que ella y su segundo en la vicepresidenta tratan de ocultar con reproches a pitidos, cambios de gobierno exprés, y un largo etcétera de medidas oportunistas en los momentos precisos, con el fin de ocultar la profundidad de un debate más serio y riguroso sobre las políticas públicas en una región que choca o descarrila al mismo ritmo que el metro madrileño.
La rapidez de reflejos de la posición la ha obligado a adelantar su anuncio, y ahora el rumor se y la polémica pasa a ser sobre el municipio que albergará el complejo hotelero y de juego del magnate investigado por el FBI.
Madrid, entre tanto, ve deteriorarse la economía productiva y languidecer las expectativas de otro tiempo, cuando estaban centradas en polígonos de tecnología avanzada que introdujeran innovación, competitividad y un futuro basado en un moderno tejido industrial. Nada de eso. Ahora, con pleno de la Asamblea o sin él, nuestro futuro dependerá del clásico “hagan juego” con el que la presidenta marca el destino de los madrileños. Una vez pinchado, circula sin frenos. No va más.
Editorial Estrella