sábado, noviembre 16, 2024
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El vídeo y el humo

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Los partidarios de eludir el contacto con la realidad, o su relato, han encontrado en el ultraje a la intimidad de una concejala otro asunto propicio. Extinguido el interés por el Ecce Homo que una anciana entusiasta dejó, en efecto, como un Cristo, y flaqueando ya el caso de la hoguera del doble parricidio, que hasta recurren los turbios magazines a perseguir al abogado de Bretón por los descampados y a especular durante horas sobre la naturaleza y la composición del humo de la fogata maldita, aparece el salvífico vídeo erótico de la concejala de Los Yébenes, donde, por cierto, debe haber muchísimo paro, como en todas partes.

Uno, que no ha visto el dicho vídeo, seguramente por lo poco que le ponen los espectáculos de masas, cree haber entendido, no obstante, que se trata de la típica auto-filmación que realizan y se intercambian con harta frecuencia hoy en día las personas para recordar a otras, mediante insinuaciones lúbricas más o menos explícitas, cuánto las desean. El contenido exacto de las imágenes, grabadas con un teléfono móvil, enviadas por Internet y difundidas, contra la voluntad de su artífice, al mundo salaz de la Red de Redes, lo desconozco, aunque en el Sota, Caballo y Rey de las «guarreridas españolas» que pueden hacerse ante el ojo de un celular, me lo puedo imaginar perfectamente, incluso que el argumento pudiera adscribirse a la modalidad Sota. He aquí, a grandes rasgos, el asunto, cuyo único interés radicaría en la vulneración de la intimidad de una persona al difundirse imágenes privadas sin su consentimiento. Sin embargo, el «caso Yébenes», que tantas horas de tertulia rijosa está suministrando a quienes, por lo visto, no tienen otra cosa que hacer, o no saben, no se usa como ejemplo e ilustración del desamparo ante las nuevas tecnologías, ni de la amenaza de éstas a la libertad de las personas, sino como coartada para envilecer la actualidad, robándole tiempo a lo sustancial de ella (tantos y tantos episodios diarios de atropellos a la dignidad y al bienestar de los ciudadanos), para dárselo a lo irrelevante y a lo «tontiloco», como diría el tan pronto olvidado Umbral.

La realidad, sin embargo, está entre nosotros, encarnada hoy, sobre todo, en el maltrato institucional a la gente. Faltarían horas para hablar de ello y para denunciar las crueles demasías de los poderosos, pero con el humo de la hoguera y las expansiones robadas de la concejal se pretende, al parecer, que falten todas.

Rafael Torres-Estrella Digita

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Rafael Torres

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