El sábado 15 la Princesa de Asturias celebrará su 40 cumpleaños. Una fecha importante para cualquier mujer, también para Letizia, que se ha convertido en la protagonista indiscutible de una historia que parece obra de una escritora de novela rosa. Hija del periodista Jesús Ortiz y de la sindicalista Paloma Rocasolano, nunca pudo soñar que algún día se convertiría en una pieza clave de la monarquía española, que tenía entre sus sellos de identidad la legitimidad de sangre. Y digo tenía porque basta con echar un vistazo a los integrantes de las casas reales europeas para darse cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas en este sentido. Entre otras razones porque los futuros reyes buscan ahora más la estabilidad personal que el sacrificio por el futuro de unas instituciones que tienen difícil acomodo en las democracias parlamentarias, pero sobre todo en un mundo tan convulso como el que vivimos actualmente.
El mérito de Letizia es haberse tomado su papel de princesa consorte con honestidad, seriedad y profesionalidad. Algo que le reconocen hasta sus detractores, que los tiene, pero sobre todo los ciudadanos de a pié, mucho más exigentes debido a los excesos cometidos por algunos miembros importantes de la Casa Real lo que ha obligado al Rey Don Juan Carlos a tomar medidas urgentes, impensables hace unos años, como es el diseño de una campaña de comunicación, basada en la transparencia y la apertura con el fin de evitar que historias como la de Urdangarín vuelvan a repetirse.
Habrá actitudes de Letizia que no gusten, es lo natural en alguien que está expuesta la mayor parte de su tiempo a la opinión pública, como por ejemplo su obsesión por la perfección, su extrema delgadez, su sinceridad ante los medios de comunicación. Pero si hacemos un análisis frío y desapasionado habrá que admitir que en lo profesional hay que darle matricula de honor, ya que ha conseguido en un tiempo récord hacerse un hueco, un hueco importante en el álbum familiar, evitando toda comparación con Doña Sofía o con las Infantas. Un tema difícil teniendo en cuenta lo dados que somos los periodistas a buscar similitudes, siempre odiosas, cuando de personajes famosos se trata.
No dudo lo mucho que en estos años le habrá ayudado a su mujer el Príncipe Felipe, sobre todo para que se sintiera cómoda entre una sociedad que le era totalmente ajena, pero lo que resulta evidente es la serenidad y la madurez que Letizia le ha proporcionado al heredero de la Corona. No sólo a nivel institucional también como marido y padre, logrando que en una situación tan difícil como la que atraviesa la monarquía española, ambos hayan salido indemnes de las críticas y de la quema.
Rosa Villacastín