Las reacciones a la inopinada renuncia de Esperanza Aguirre nos ha devuelto la memoria de una costumbre hispana ancestral. Hablo de la loa, del aplauso, del ditirambo que se dedica a quien se va y cede el paso a quienes vienen detrás. ¡Hay que ver lo bien que despedimos a la gente! Los enemigos políticos y los del partido se han deshecho en elogios y en el subrayado de las grandes cualidades humanas y políticas que adornan a la ya expresidenta de la Comunidad de Madrid. Grandes palabras de Tomás Gómez -su adversario más tenaz- y glosa gloriosa por cuenta de Dolores de Cospedal y Alberto Ruiz Gallardón, rivales en el sutil juego de las apariencias y realidades del poder. Con decir que hasta Mariano Rajoy ha encontrado un hueco en su apretada agenda para recibirla y emitir un comunicado (breve) donde recuerda lo obvio: que Aguirre ha tenido una trayectoria política «enorme» (sic) y que era uno de los grandes -sino el más destacado- activo político que tenía el PP.
Afortunadamente, la señora Aguirre está viva y según sus propias palabras, curada del cáncer del que fue operada en su día. Tiene, pues -y de ello nos alegramos- mucha vida por delante. Pero es probable que ella misma, pese al temple del que ha dado muestras en diversas ocasiones, se haya asustado pensando que ya no estaba en este mundo tal está siendo, como digo, la cantidad de alabanzas y el torrente de almíbar que le han dedicado en las últimas horas. Si tantos y tantos apreciaban su valía política y su labor al frente de la Comunidad de Madrid, ¿por qué no se lo dijeron cuando estaba en activo? ¡Cuantas broncas políticas, cuantos desencuentros personales y cuantos sinsabores se habrían evitado! En fin, estamos en España y, como se sabe, ningún otro país del mundo acredita tanto talento como el nuestro para encomiar a quienes ya no hacen sombra y despejan voluntariamente el camino en el escalafón. Estoy seguro de que a Esperanza Aguirre todo esto la divierte. Los periodistas la echaremos de menos. Nos ahorraba mucho trabajo: a ella se la entendía todo. La deseamos muchos años de vida.
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Fermín Bocos