Esperanza Aguirre sólo era presidenta de una comunidad autónoma española. Casi nada. Porque un presidente de comunidad autónoma en España no es casi nada aunque algunos piensen lo contrario. Pese a ello, Esperanza era la política que más influía en la opinión pública española. Por encima, incluso, de líderes de la oposición, de ministros y, a veces, del propio Presidente de Gobierno.
Sus comentarios, aunque fuesen robados, y su manera de entender la política en base a la libertad individual de los ciudadanos siempre levantaba incomprensión. Incluso, insultos de la izquierda más radical. Es más, no creo que haya existido nadie en la política española de los últimos años que más odio haya concitado en la izquierda española en general. Era algo a flor de piel. Posiblemente, porque ha sido la única dirigente política que la ha mantenido a raya al hablarle sin ese complejo que tiene la derecha, por el hecho de serlo, cuando se tiene que medir con la izquierda.
Una izquierda, por cierto, a la que vapuleaba en las urnas. Porque Aguirre, guste o no guste, ha sido la política más querida de los madrileños con diferencia. Entre otras cosas porque, constantemente, decía y hacía lo que pensaban y querían esos ciudadanos de la Comunidad de Madrid. Algo que muchos olvidan.
Ahora ha dimitido por sorpresa y a contramano. Cuando nadie lo esperaba. Después de volver a vapulear a la oposición en el último debate sobre el estado de la Región. Tanto es así, que a Gregorio Gordo aún no se le ha enfriado ‘la tunda’. De hecho, le ha faltado categoría para valorar la dimisión de Aguirre como, por otra parte, ha tenido Tomás Gómez. Pero me imagino que eso va implícito en la condición de las personas ya que esas cosas se aprenden en casa. Porque Esperanza Aguirre, se diga lo que se diga y se especule lo que se quiera especular, se ha ido por culpa de su enfermedad y de la presión de su familia y eso, al menos en caliente, merece un cierto respeto. En cualquier caso, a Gregorio hay que comprenderle como buen comunista. Lo suyo contra Esperanza siempre ha sido superior a sus fuerzas.
Al margen de esto, muchos españoles de toda condición la echarán de menos y lamentarán que haya dimitido. Seguramente, porque no será fácil encontrar a alguien que lidere el liberalismo español como lo ha hecho ella. Siempre pasa con los mejores. España está llena de políticos mediocres y, sin embargo, son los mejores los que tienen que abandonar la política.
Y, además, porque la deja en un momento en el que España necesita de un liderazgo claro y valiente y Aguirre era la Esperanza de muchos.
Por cierto, como parece que Ignacio González solo conjuga un verbo de transición, Cristina Cifuentes y Lucía Figar son las aspirantes, dicen, a presentarse como candidatas a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en las elecciones que se celebrarán dentro de tres años. Hagan sus apuestas.
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La sonrisa de la avispa