La idea de hechos históricos de extraordinaria importancia para la paz y la convivencia se difumina en este tiempo de revisionismo generacional, cuando hablamos de la Transición.
Ésta supuso, para muchos, una serie de acontecimientos improvisados y decisivos para la implantación del régimen democrático y de libertades en el que, a pesar de las amargas asperezas de las decepciones de cada día, vivimos todavía con seguridad y sin miedo a la involución totalitaria.
Fue, en esa medida, una historia de vivencias colectivas y una suerte de episodio nacional, al modo galdosiano, indispensable para entender a la nación española de hoy en día.
Ahí es donde podemos converger todos los españoles, más allá de nuestras ideologías, para evitar que el proceso de olvido, desmemoria o desdibujo, subviertan el significado profundo de aquellos hechos en un tiempo, este de hoy, de vertiginosa velocidad para dar por pretérito lo que en realidad es un bien, actual y verdadero, de nuestra realidad de hoy.
La Transición, entendida así, es la antesala de una tolerancia que se opone a la intransigencia, y de un interés colectivo que se superponga a la bandería particular, al cortoplacismo y a la abundancia de enfrentamientos allá donde creíamos identificado el reencuentro como norma.
Carrillo, Peces Barba o Fraga, representan esa idea española del bien común contra los antecedentes del pasado. Carrillo fue determinante en la aplicación de su estrategia eurocomunista para modernizar y distanciar del Moscú de Brezniev, al viejo y mítico PCE; y más aún, para acercarnos unos a otros en la aplicación de su idea de la reconciliación nacional.
Nadie entendió mejor que Suárez a Carrillo; y nadie mejor que Carrillo entendió el papel de Suárez. Sobre esa mutua inteligencia y sobre sus planes de valor extraordinario, se tejió el tapiz de nuestra España democrática. Fraga y el PSOE, cada uno a su modo, cooperarían hasta el resultado final en la operación de los dos caballeros.
Ahora, el tiempo que esculpe la historia inmemorial, deja el luto en la izquierda española, tras las notables pérdidas de Fraga y Peces, y bajo la supervivencia de un Suárez evanescente.
Estrella Digital muestra hoy sus condolencias a la familia, compañeros y amigos de Santiago Carrillo Solares, muerto a los 97 años por una insuficiencia cardíaca. Y también, nuestro pesar por el hecho de que se desvanezca con la vida de los protagonistas, el extraordinario valor de una época de grandes políticos y más ahora, entre tanta medianería en la política y tanta presunción entre quienes miran atrás sin la cortesía del respeto y con la soberbia de la ignorancia.
Editorial Estrella