martes, noviembre 26, 2024
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Mas como Ibarretxe

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Era imposible. Artur Mas llegó a Madrid en busca de su Pacto Fiscal pero, en realidad, lo que traía escrito en la frente era su fecha de caducidad. Como llegó Juan José Ibarrexte con su Plan en tiempos del Olvidable ZP. No podía ganar como no ganó el vasco. Es más, en ambos casos, negociar en Madrid la independencia de Cataluña o del País Vasco era un suicidio, consecuencia de dos jugadas maestras del separatismo más radical de ambas comunidades. Una trampa saducea. En ambos casos, los dos presidentes autonómicos querían salvar su gestión económica y se echaron, irresponsablemente, en brazos de separatistas que les prometieron el paraíso. Mentira. De hecho, tras aquellos días, de Ibarretxe nunca más se supo. Y me temo que la caída de Mas, desgraciadamente, es cuestión de tiempo. De poco tiempo.

Y es que Mas como Ibarretxe, en su día, ha vuelto de vacío a su autonomía. Impotente. Cabeza gacha. Sumiso. Y eso es malo en política. No hay piedad con los perdedores.  Y aunque haya sido recibido en la Plaza de Sant Jaume de Barcelona como si hubiese ganado, al grito de ‘Independencia’, por parte de un grupo de representantes de la sociedad civil y cultural de Cataluña, todo ha sido una farsa. Porque, como en el Nuevo Testamento, los mismos que ayer le recibieron con palmas y olivo, mañana se lo cargarán sin piedad.

Artur Mas concitó demasiadas esperanzas en conseguir la independencia para Cataluña con una brutal campaña de marketing que sólo favorecía a los separatistas y, cuando se enfríe el calentón, le sacrificarán con toda la displicencia del mundo. Incluso, le acusarán de incompetente.
Porque el Presidente de la Generalidad de Cataluña, como fue en su día el Presidente del Gobierno vasco, no ha sido más que un tonto útil, una figura prescindible en un juego político cruel. Mas, sin darse cuenta, entró en un callejón sin salida porque sus ‘socios’ le obligaron a plantear la ilegalidad constitucional en Madrid y eso es imposible en esta España. Ahora pagará las consecuencias. Juan José Ibarretxe hizo lo mismo. Llevó al País Vasco a un callejón sin salida con el desafío al Estado al que le obligó la izquierda separatista y eso provocó una profunda división en la sociedad vasca, que sirvió, únicamente, para favorecer a los radicales.

Y el problema de Mas es que ni siquiera podrá alargar su agonía convocando elecciones autonómicas para aprovechar la calentura independentista. Entre otras cosas, porque los votos separatistas irán a los partidos separatistas y los de CiU se habrán dividido. Porque a la Cataluña poderosa, económicamente, que sostiene a Convergencia no le gustan estas cosas y tratará de provocar su rápida caída, por si se le vuelve a ocurrir jugar con fuego. Como le ocurrió a Ibarretxe con los ricos de Neguri.

Mas, como Ibarretxe, sólo es un político menor al que alguien debería tener la piedad de explicarle que Cataluña es algo más que un millón de personas manifestándose.  Lo que no se entiende es que no se lo explicase Pujol padre, un político con tanta experiencia.

Dicen que se debió a eso, a que es padre y quiere lo mejor para su hijo Oriol. 

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