Antes de las vacaciones de este verano estuve en la ciudad de una comunidad autónoma, de cuyo nombre voy a tener la gentileza de no acordarme. Se celebraba en esa ciudad el Día de la Región o Día de la Autonomía. Hube de pasar por el lugar donde habían aparcado los jerifaltes, mejor dicho, sus chóferes, junto al lugar en que se celebraba la recepción oficial. Conté, entre otros coches de gama alta, 21 Audis A6.
Ese modelo cuesta entre 40.000 y 60.000 euros. Yo no digo que los cargos representativos carezcan de coche oficial, pero no creo que los alcaldes alemanes o los cargos de los lands dispongan de ese tipo de coche oficial. Y pongo el ejemplo de Alemania, porque la fábrica se encuentra allí.
No hace mucho, estuve en el despacho del delegado en España de una empresa japonesa que factura anualmente varios millones de euros en nuestro país. Compartía el despacho y la secretaria con otro empleado, y se trataba de un espacio semejante al que tiene el profesor auxiliar de una modesta facultad universitaria.
Acudes al despacho de un concejal de una ciudad media, y es raro que el despacho no sea monumental, y disponga de mesa de reuniones y, en muchos casos, baño privado, como si las necesidades mingitorias de los concejales fueran asunto que hubiera de llevarse con discreción.
Los presupuestos de este año que se aproxima, e incluso los de 2014, van a ser terribles. Sin embargo, las baldías televisiones autonómicas, las inútiles empresas provinciales y municipales, los institutos de observaciones inanes y demás organismos, siguen con su dotación.
Cuidado. Los ciudadanos somos bastante comprensivos con la situación económica, y la prueba es que todavía hay una relativa paz social. Pero es irritante esta pereza, esta negligencia, este desprecio, este agravio comparativo de nuestros dirigentes. Es más, tal como están las cosas me parecen una falta de vergüenza y un desprecio al electorado que tanto les quiere.
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Luis del Val