Que no, que nadie trate de meternos un gol. Esta no es la película de Pablo Berger que va a ser la candidata de España al Óscar. Ni Blancanieves es Cataluña ni España, la madrastra, aunque hay una manzana envenenada y sabemos quién lo ha hecho. Pero esto no es Hollywood ni hay final feliz si los protagonistas no desobedecen al director y cambian el guión. Esto pinta mal porque, entre otras cosas, como ha escrito Francesc de Carreras, «no es infundir miedo, es ser realista: con la posible secesión, el mal está hecho porque el dinero es cobarde». Y huye.
Es, también, un problema de seguridad y de confianza. Jurídica y de la otra, lo más fácil de destruir y lo más difícil de reconstruir. ¿Quién va a confiar en uno de los máximos dirigentes de España que dice que si no sale legalmente lo que él quiere, lo hará saltándose las leyes; que quiere irse, pero quedarse a la carta; y que en lugar de pedir la cuenta y pagar su parte de la deuda, reclama un préstamo, sin condiciones, a quien pretende abandonar?
Durante mucho tiempo se ha intentado sembrar la idea de que España roba a Cataluña, impide su desarrollo, se aprovecha de su esfuerzo. Y la idea ha cuajado entre los catalanes del signo que sean. No hablamos de ideas sino de sentimientos y los sentimientos no tienen, necesariamente, que ver con la verdad. Un porcentaje muy importante de los catalanes se lo cree a pies juntillas. Algo habrá que hacer para decir a unos y a otros que las cosas no son como parecen ni como nos las cuentan y que si se muerde la manzana, te envenenas.
Al mismo tiempo que Artur Mas lanzaba a sus huestes contra la supuesta madrastra, la Cataluña oficial y real miraba a Europa, abría sus fronteras y homenajeaba al cardenal Bertone destacando que la palabra, el diálogo o la suma de voluntades son los elementos básicos para la convivencia» y el hombre de Roma hablaba de «vencer pesimismos y cortos horizontes» y apostar por «la comprensión, el esfuerzo, el diálogo, el entendimiento, la cooperación de todos para asegurar la concordia». Pero el Parlament estaba en otras cosas y no escuchaba.
No es país para cuentos. La cinta de Berger es muda, como The Artist. Si se callaran todos, algo ganaríamos. Tal vez lo suficiente para distinguir las voces de los ecos y para afrontar los problemas reales: los de los 135.000 parados más que tiene Cataluña desde la llegada de Más y los cientos de miles que han ido al desempleo con Rajoy. Blancanieves ha mordido la manzana, pero nos vamos a envenenar todos. Si no recuperamos el viejo seny que hizo grandes a los catalanes y el sentido común y la grandeza de espíritu que nos hizo una gran y respetada nación en la transición. «Codo a codo», decía Benedetti, «somos mucho más que dos».
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Francisco Muro de Iscar